viernes, 18 de abril de 2014
142. ¿Cuál es la obra del Espíritu Santo en María? (Primera parte)
(Compendio 142) El Espíritu Santo culmina en María las
expectativas y la preparación del Antiguo Testamento para la venida de Cristo.
De manera única la llena de gracia y hace fecunda su virginidad, para dar a luz
al Hijo de Dios encarnado. Hace de Ella la Madre del «Cristo total», es decir,
de Jesús Cabeza y de la Iglesia su cuerpo. María está presente entre los Doce
el día de Pentecostés, cuando el Espíritu inaugura los «últimos tiempos» con la
manifestación de la Iglesia.
Resumen
(C.I.C 744) En la plenitud de los tiempos, el Espíritu Santo
realiza en María todas las preparaciones para la venida de Cristo al Pueblo de
Dios. Mediante la acción del Espíritu Santo en ella, el Padre da al mundo el
Emmanuel, "Dios con nosotros" (Mt 1, 23).
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 721) María, la Santísima Madre de Dios, la siempre
Virgen, es la obra maestra de la Misión del Hijo y del Espíritu Santo en la
Plenitud de los tiempos. Por primera vez en el designio de Salvación y porque
su Espíritu la ha preparado, el Padre encuentra la Morada en donde su Hijo y su
Espíritu pueden habitar entre los hombres. Por ello, los más bellos textos
sobre la Sabiduría, la Tradición de la Iglesia los ha entendido frecuentemente
con relación a María (cf. Pr 8, 1-9, 6; Si 24): María es cantada y representada
en la Liturgia como el “Trono de la Sabiduría". En ella comienzan a
manifestarse las "maravillas de Dios", que el Espíritu va a realizar
en Cristo y en la Iglesia:
Para la reflexión
(C.I.C 722) El Espíritu Santo preparó a María con su gracia. Convenía que fuese "llena de
gracia" la madre de Aquél en quien "reside toda la plenitud de la divinidad
corporalmente" (Col 2, 9). Ella fue concebida sin pecado, por pura gracia,
como la más humilde de todas las criaturas, la más capaz de acoger el don
inefable del Omnipotente. Con justa razón, el ángel Gabriel la saluda como la
"Hija de Sión": "Alégrate" (cf. So 3, 14; Za 2, 14). Cuando
ella lleva en sí al Hijo eterno, hace subir hasta el cielo con su cántico al
Padre, en el Espíritu Santo (cf. Lc 1, 46-55), la acción de gracias de todo el
Pueblo de Dios y, por tanto, de la Iglesia. (Continua)
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