viernes, 4 de abril de 2014
133. Reina ahora el Señor Jesús? (Segunda parte - continuación)
(Compendio 133 repetición) Como
Señor del cosmos y de la historia, Cabeza de su Iglesia, Cristo glorificado
permanece misteriosamente en la tierra, donde su Reino está ya presente, como
germen y comienzo, en la Iglesia. Un día volverá en gloria, pero no sabemos el
momento. Por esto, vivimos vigilantes, pidiendo: «¡Ven, Señor Jesús!» (Ap 22,
20).
Resumen
(C.I.C 673) Desde la Ascensión, el advenimiento de Cristo en
la gloria es inminente (cf. Ap 22, 20) aun cuando a nosotros no nos "toca
conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad"
(Hch 1, 7; cf. Mc 13, 32). Este acontecimiento escatológico se puede cumplir en
cualquier momento (cf. Mt 24, 44: 1Ts 5, 2), aunque tal hecho y la prueba final
que le ha de preceder estén "retenidos" en las manos de Dios (cf. 2Ts
2, 3-12). 673
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 671) El Reino de Cristo, presente ya en su Iglesia,
sin embargo, no está todavía acabado "con gran poder y gloria" (Lc
21, 27; cf. Mt 25, 31) con el advenimiento del Rey a la tierra. Este Reino aún
es objeto de los ataques de los poderes del mal (cf. 2Te 2, 7) a pesar de que
estos poderes hayan sido vencidos en su raíz por la Pascua de Cristo. Hasta que
todo le haya sido sometido (cf. 1Co 15, 28), y "mientras no […] haya
nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia, la Iglesia
peregrina lleva en sus sacramentos e instituciones, que pertenecen a este
tiempo, la imagen de este mundo que pasa. Ella misma vive entre las criaturas
que gimen en dolores de parto hasta ahora y que esperan la manifestación de los
hijos de Dios" (Lumen gentium,
48). Por esta razón los cristianos piden, sobre todo en la Eucaristía (cf. 1Co
11, 26), que se apresure el retorno de Cristo (cf. 2P 3, 11-12) cuando
suplican: "Ven, Señor Jesús" (Ap 22, 20; cf. 1Co 16, 22; Ap 22, 17). (C.I.C
672) Cristo afirmó antes de su Ascensión que aún no era la hora del
establecimiento glorioso del Reino mesiánico esperado por Israel (cf. Hch 1,
6-7) que, según los profetas (cf. Is 11, 1-9), debía traer a todos los hombres
el orden definitivo de la justicia, del amor y de la paz. El tiempo presente,
según el Señor, es el tiempo del Espíritu y del testimonio (cf. Hch 1, 8), pero
es también un tiempo marcado todavía por la "tribulación" (1Co 7, 26)
y la prueba del mal (cf. Ef 5, 16) que afecta también a la Iglesia(cf. 1P 4,
17) e inaugura los combates de los últimos días (1Jn 2, 18; 4, 3; 1Tm 4, 1). Es
un tiempo de espera y de vigilia (cf. Mt 25, 1-13; Mc 13, 33-37).
Para la reflexión
(C.I.C 674) La Venida del Mesías glorioso, en un momento
determinado de la historia (Cf. Rm 11, 31), se vincula al reconocimiento del
Mesías por "todo Israel" (Cf. Rm 11, 26; Mt 23, 39) del que "una
parte está endurecida" (Cf. Rm 11, 25) en "la incredulidad" (Rm
11, 20) respecto a Jesús. San Pedro dice a los judíos de Jerusalén después de
Pentecostés: "Arrepentíos, pues, y convertíos para que vuestros pecados
sean borrados, a fin de que del Señor venga el tiempo de la consolación y envíe
al Cristo que os había sido destinado, a Jesús, a quien debe retener el cielo
hasta el tiempo de la restauración universal, de que Dios habló por boca de sus
profetas" (Hch 3, 19-21). Y San Pablo le hace eco: "Si su reprobación
ha sido la reconciliación del mundo ¿qué será su readmisión sino una
resurrección de entre los muertos?" (Rm 11, 5). La entrada de "la
plenitud de los judíos" (Rm 11, 12) en la salvación mesiánica, a
continuación de "la plenitud de los gentiles (Rm 11, 25; cf. Lc 21, 24),
hará al Pueblo de Dios "llegar a la plenitud de Cristo" (Ef 4, 13) en
la cual "Dios será todo en nosotros" (1Co 15, 28). [Fin]
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