jueves, 17 de abril de 2014
141. ¿Cuál es la obra del Espíritu Santo en Juan el Bautista?
(Compendio 141) El Espíritu colma con sus dones a Juan el
Bautista, el último profeta del Antiguo Testamento, quien, bajo la acción del
Espíritu, es enviado para que «prepare al Señor un pueblo bien dispuesto» (Lc
1, 17) y anunciar la venida de Cristo, Hijo de Dios: aquel sobre el que ha
visto descender y permanecer el Espíritu, «aquel que bautiza en el Espíritu»
(Jn 1, 33).
Resumen
(C.I.C 720) En fin, con Juan Bautista, el Espíritu Santo, inaugura,
prefigurándolo, lo que realizará con y en Cristo: volver a dar al hombre la
"semejanza" divina. El bautismo de Juan era para el arrepentimiento,
el del agua y del Espíritu será un nuevo nacimiento (cf. Jn 3, 5).
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 717) "Hubo un hombre, enviado por Dios, que se
llamaba Juan. (Jn 1, 6). Juan fue "lleno del Espíritu Santo ya desde el
seno de su madre" (Lc 1, 15. 41) por obra del mismo Cristo que la Virgen
María acababa de concebir del Espíritu Santo. La "Visitación" de
María a Isabel se convirtió así en "visita de Dios a su pueblo" (Lc
1, 68). (C.I.C 716) El Pueblo de los "pobres" (cf. So 2, 3; Sal 22,
27; 34, 3; Is 49, 13; 61, 1; etc.), los humildes y los mansos, totalmente
entregados a los designios misteriosos de Dios, los que esperan la justicia, no
de los hombres sino del Mesías, todo esto es, finalmente, la gran obra de la
Misión escondida del Espíritu Santo durante el tiempo de las Promesas para
preparar la venida de Cristo. Esta es la calidad de corazón del Pueblo,
purificado e iluminado por el Espíritu, que se expresa en los Salmos. En estos
pobres, el Espíritu prepara para el Señor "un pueblo bien dispuesto"
(cf. Lc 1, 17).
Para la reflexión
(C.I.C 719) Juan es "más que un profeta" (Cf. Lc
7, 26). En él, el Espíritu Santo consuma el "hablar por los
profetas". Juan termina el ciclo de los profetas inaugurado por Elías (Cf.
Mt 11, 13-14). Anuncia la inminencia de la consolación de Israel, es la
"voz" del Consolador que llega (Cf. Jn 1, 23; cf. Is 40, 1-3). Como
lo hará el Espíritu de Verdad, "vino como testigo para dar testimonio de
la luz" (Jn 1, 7; cf. Jn 15, 26; 5, 33). Con respecto a Juan, el Espíritu
colma así las "indagaciones de los profetas" y la ansiedad de los
ángeles (Cf. 1P 1, 10-12): "Aquél sobre quien veas que baja el Espíritu y
se queda sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo. Y yo lo he
visto y doy testimonio de que este es el Hijo de Dios [...] He ahí el Cordero
de Dios" (Jn 1, 33-36).
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