domingo, 28 de septiembre de 2008
Lc 19, 28-40 ¡Bendito sea el Rey que viene!
(Lc 19, 28-40) ¡Bendito sea el Rey que viene!
[28] Después de haber dicho esto, Jesús siguió adelante, subiendo a Jerusalén. [29] Cuando se acercó a Betfagé y Betania, al pie del monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: [30] «Vayan al pueblo que está enfrente y, al entrar, encontrarán un asno atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo; [31] y si alguien les pregunta: “¿Por qué lo desatan?”, respondan: “El Señor lo necesita”». [32] Los enviados partieron y encontraron todo como él les había dicho. [33] Cuando desataron el asno, sus dueños les dijeron: «¿Por qué lo desatan?». [34] Y ellos respondieron: «El Señor lo necesita». [35] Luego llevaron el asno adonde estaba Jesús y, poniendo sobre él sus mantos, lo hicieron montar. [36] Mientras él avanzaba, la gente extendía sus mantos sobre el camino. [37] Cuando Jesús se acercaba a la pendiente del monte de los Olivos, todos los discípulos, llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios en alta voz, por todos los milagros que habían visto. [38] Y decían: «¡Bendito sea el Rey que viene en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!». [39] Algunos fariseos que se encontraban entre la multitud le dijeron: «Maestro, reprende a tus discípulos». [40] Pero él respondió: «Les aseguro que si ellos callan, gritarán las piedras».
(C.I.C 559) ¿Cómo va a acoger Jerusalén a su Mesías? Jesús rehuyó siempre las tentativas populares de hacerle rey (cf. Jn 6, 15), pero elige el momento y prepara los detalles de su entrada mesiánica en la ciudad de "David, su Padre" (Lc 1,32; cf. Mt 21, 1-11). Es aclamado como hijo de David, el que trae la salvación ("Hosanna" quiere decir "¡sálvanos!", "Danos la salvación!"). Pues bien, el "Rey de la Gloria" (Sal 24, 7-10) entra en su ciudad "montado en un asno" (Za 9, 9): no conquista a la hija de Sión, figura de su Iglesia, ni por la astucia ni por la violencia, sino por la humildad que da testimonio de la Verdad (cf. Jn 18, 37). Por eso los súbditos de su Reino, aquel día fueron los niños (cf. Mt 21, 15-16; Sal 8, 3) y los "pobres de Dios", que le aclamaban como los ángeles lo anunciaron a los pastores (cf. Lc 19, 38; 2, 14). Su aclamación "Bendito el que viene en el nombre del Señor" (Sal 118, 26), ha sido recogida por la Iglesia en el Sanctus de la liturgia eucarística para introducir al memorial de la Pascua del Señor. (C.I.C 560) La entrada de Jesús en Jerusalén manifiesta la venida del Reino que el Rey-Mesías llevará a cabo mediante la Pascua de su Muerte y de su Resurrección. Con su celebración, el domingo de Ramos, la liturgia de la Iglesia abre la gran Semana Santa.
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