viernes, 26 de septiembre de 2008
Lc 19, 1-10 Hoy ha llegado la salvación a esta casa
Lucas 19
(Lc 19, 1-10) Hoy ha llegado la salvación a esta casa[1] Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. [2] Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos. [3] Él quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. [4] Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí. [5] Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: «Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa». [6] Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría. [7] Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: «Se ha ido a alojar en casa de un pecador». [8] Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: «Señor, ahora mismo voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más». [9] Y Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, [10] porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido».
(C.I.C 1443) Durante su vida pública, Jesús no sólo perdonó los pecados, también manifestó el efecto de este perdón: a los pecadores que son perdonados los vuelve a integrar en la comunidad del pueblo de Dios, de donde el pecado los había alejado o incluso excluido. Un signo manifiesto de ello es el hecho de que Jesús admite a los pecadores a su mesa, más aún, Él mismo se sienta a su mesa, gesto que expresa de manera conmovedora, a la vez, el perdón de Dios (cf. Lc 15) y el retorno al seno del pueblo de Dios (cf. Lc 19,9). (C.I.C 2412) En virtud de la justicia conmutativa, la reparación de la injusticia cometida exige la restitución del bien robado a su propietario: Jesús bendijo a Zaqueo por su resolución: ‘Si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo’ (Lc 19, 8). Los que, de manera directa o indirecta, se han apoderado de un bien ajeno, están obligados a restituirlo o a devolver el equivalente en naturaleza o en especie si la cosa ha desaparecido, así como los frutos y beneficios que su propietario hubiera obtenido legítimamente de ese bien. Están igualmente obligados a restituir, en proporción a su responsabilidad y al beneficio obtenido, todos los que han participado de alguna manera en el robo, o que se han aprovechado de él a sabiendas; por ejemplo, quienes lo hayan ordenado o ayudado o encubierto. (C.I.C 2716) La oración contemplativa es escucha de la palabra de Dios. Lejos de ser pasiva, esta escucha es la obediencia de la fe, acogida incondicional del siervo y adhesión amorosa del hijo. Participa en el "sí" del Hijo hecho siervo y en el "fiat" de su humilde esclava.
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