viernes, 5 de septiembre de 2008
Lc 13, 1-5 Si ustedes no se convierten, todos acabarán
Lucas 13
(Lc 13, 1-5) Si ustedes no se convierten, todos acabarán[1] En ese momento se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios. [2] Él les respondió: «¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? [3] Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. [4] ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? [5] Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera».
(C.I.C 1802) La Palabra de Dios es una luz para nuestros pasos. Es preciso que la asimilemos en la fe y en la oración, y la pongamos en práctica. Así se forma la conciencia moral. (C.I.C 160) "El hombre, al creer, debe responder voluntariamente a Dios; nadie debe estar obligado contra su voluntad a abrazar la fe. En efecto, el acto de fe es voluntario por su propia naturaleza" (Dignitatis humanae, 10; cf. CIC canon 748, 2). "Ciertamente, Dios llama a los hombres a servirle en espíritu y en verdad. Por ello, quedan vinculados en conciencia, pero no coaccionados […] Esto se hizo patente, sobre todo, en Cristo Jesús" (Dignitatis humanae, 11). En efecto, Cristo invitó a la fe y a la conversión, Él no forzó jamás a nadie jamás. "Dio testimonio de la verdad, pero no quiso imponerla por la fuerza a los que le contradecían. Pues su reino [...] crece por el amor con que Cristo, exaltado en la cruz, atrae a los hombres hacia Él" (Dignitatis humanae, 11). (C.I.C 1098) La Asamblea debe prepararse para encontrar a su Señor, debe ser "un pueblo bien dispuesto". Esta preparación de los corazones es la obra común del Espíritu Santo y de la Asamblea, en particular de sus ministros. La gracia del Espíritu Santo tiende a suscitar la fe, la conversión del corazón y la adhesión a la voluntad del Padre. Estas disposiciones preceden a la acogida de las otras gracias ofrecidas en la celebración misma y a los frutos de vida nueva que está llamada a producir. (C.I.C 1795) “La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está solo con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella” (Gaudium et spes, 16). (C.I.C 1797) Para el hombre que ha cometido el mal, el veredicto de su conciencia constituye una garantía de conversión y de esperanza. (C.I.C 1796) La conciencia moral es un juicio de la razón por el que la persona humana reconoce la calidad moral de un acto concreto. (C.I.C 1798) Una conciencia bien formada es recta y veraz. Formula sus juicios según la razón, conforme al bien verdadero querido por la sabiduría del Creador. Cada cual debe poner los medios para formar su conciencia. (C.I.C 1799) Ante una decisión moral, la conciencia puede formar un juicio recto de acuerdo con la razón y la ley divina o, al contrario, un juicio erróneo que se aleja de ellas.
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