domingo, 21 de septiembre de 2008
Lc 18, 1-6 Necesario orar siempre sin desanimarse
Lucas 18
(Lc 18, 1-6) Necesario orar siempre sin desanimarse[1] Después Jesús les enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse: [2] «En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres; [3] y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciendole: “Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario”. [4] Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: “Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, [5] pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme”». [6] Y el Señor dijo: «Oigan lo que dijo este juez injusto.
(C.I.C 2157) El cristiano comienza su jornada, sus oraciones y sus acciones con la señal de la cruz, “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”. El bautizado consagra la jornada a la gloria de Dios e invoca la gracia del Señor que le permite actuar en el Espíritu como hijo del Padre. La señal de la cruz nos fortalece en las tentaciones y en las dificultades. (C.I.C 2639) La alabanza es la forma de orar que reconoce de la manera más directa que Dios es Dios. Le canta por Él mismo, le da gloria no por lo que hace sino por lo que Él ES. Participa en la bienaventuranza de los corazones puros que le aman en la fe antes de verle en la gloria. Mediante ella, el Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios (cf. Rm 8, 16), da testimonio del Hijo único en quien somos adoptados y por quien glorificamos al Padre. La alabanza integra las otras formas de oración y las lleva hacia Aquél que es su fuente y su término: "un solo Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas y por el cual somos nosotros" (1Co 8, 6).
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