martes, 2 de septiembre de 2008

Lc 12, 29-32 El Padre ha querido darles el Reino

(Lc 12, 29-32) El Padre ha querido darles el Reino
[29] Tampoco tienen que preocuparse por lo que van a comer o beber; no se inquieten, [30] porque son los paganos de este mundo los que van detrás de esas cosas. El Padre sabe que ustedes las necesitan. [31] Busquen más bien su Reino, y lo demás se les dará por añadidura. [32] No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino.
(C.I.C 1935) La igualdad entre los hombres se deriva esencialmente de su dignidad personal y de los derechos que dimanan de ella: “Hay que superar y eliminar, como contraria al plan de Dios, toda […] forma de discriminación en los derechos fundamentales de la persona, ya sea social o cultural, por motivos de sexo, raza, color, condición social, lengua o religión (Gaudium et spes, 29). (C.I.C 1938) Existen también desigualdades escandalosas que afectan a millones de hombres y mujeres. Están en abierta contradicción con el Evangelio: “La igual dignidad de las personas exige que se llegue a una situación de vida más humana y más justa. Pues las excesivas desigualdades económicas y sociales entre los miembros o los pueblos de una única familia humana resultan escandalosas y se oponen a la justicia social, a la equidad, a la dignidad de la persona humana y también a la paz social e internacional” (Gaudium et spes, 29). (C.I.C 1928) La sociedad asegura la justicia social cuando realiza las condiciones que permiten a las asociaciones y a cada uno conseguir lo que les es debido según su naturaleza y su vocación. La justicia social está ligada al bien común y al ejercicio de la autoridad. (C.I.C 1940) La solidaridad se manifiesta en primer lugar en la distribución de bienes y la remuneración del trabajo. Supone también el esfuerzo en favor de un orden social más justo en el que las tensiones puedan ser mejor resueltas, y donde los conflictos encuentren más fácilmente su solución negociada.

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