martes, 16 de septiembre de 2008

Lc 16, 25-31 Recuerda que has recibido tus bienes

(Lc 16, 25-31) Recuerda que has recibido tus bienes
[25] “Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento. [26] Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí”. [27] El rico contestó: “Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, [28] porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento”. [29] Abraham respondió: “Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen”. [30] “No, padre Abraham, insistió el rico. Pero si alguno de los muertos va a verlos, se arrepentirán”. [31] Abraham respondió: “Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán”».
(C.I.C 633) La Escritura llama infiernos, sheol, o hades (cf. Flp 2, 10; Hch 2, 24; Ap 1, 18; Ef 4, 9) a la morada de los muertos donde bajó Cristo después de muerto, porque los que se encontraban allí estaban privados de la visión de Dios (cf. Sal 6, 6; 88, 11-13). Tal era, en efecto, a la espera del Redentor, el estado de todos los muertos, malos o justos (cf. Sal 89, 49;1Sam 28, 19; Ez 32, 17-32), lo que no quiere decir que su suerte sea idéntica como lo enseña Jesús en la parábola del pobre Lázaro recibido en el "seno de Abraham" (cf. Lc 16, 22-26). "Son precisamente estas almas santas, que esperaban a su Libertador en el seno de Abraham, a las que Jesucristo liberó cuando descendió a los infiernos" (Catecismo Romano, 1, 6, 3). Jesús no bajó a los infiernos para liberar allí a los condenados (cf. Concilio Romano (año 745): DS 587) ni para destruir el infierno de la condenación (cf. Benedicto XII, Cum dudum (1341), 18: DS 1011; Clemente VI, Super quibusdam (1351) 15, 13; DS1077) sino para liberar a los justos que le habían precedido (cf. IV Concilio de Toledo, IV (633): DS 485; Mt 27, 52-53).

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