martes, 23 de septiembre de 2008

Lc 18, 15-17 Dejen que los niños se acerquen a mí

(Lc 18, 15-17) Dejen que los niños se acerquen a mí
[15] También le presentaban a los niños pequeños, para que los tocara; pero, al ver esto, los discípulos los reprendían. [16] Entonces Jesús los hizo llamar y dijo: «Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. [17] Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él».
(C.I.C 526) "Hacerse niño" con relación a Dios es la condición para entrar en el Reino (cf. Mt 18, 3-4); para eso es necesario abajarse (cf. Mt 23, 12), hacerse pequeño; más todavía: es necesario "nacer de lo alto" (Jn 3,7), "nacer de Dios" (cf. Jn 1, 13) para "hacerse hijos de Dios" (cf. Jn 1, 12). El Misterio de Navidad se realiza en nosotros cuando Cristo "toma forma" en nosotros (cf. Ga 4, 19). Navidad es el Misterio de este "admirable intercambio": “¡Oh admirable intercambio! El Creador del género humano, tomando cuerpo y alma, nace de una Virgen y, hecho hombre sin concurso de varón, nos da parte en su divinidad (Solemnidad de la Santísima Virgen María, Madre de Dios, Antífona de I y II Vísperas: Liturgia de la Horas, v. 1). (C.I.C 2025) El hombre no tiene, por sí mismo, mérito ante Dios sino como consecuencia del libre designio divino de asociarlo a la obra de su gracia. El mérito pertenece a la gracia de Dios en primer lugar, y a la colaboración del hombre en segundo lugar. El mérito del hombre retorna a Dios.

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