miércoles, 24 de septiembre de 2008

Lc 18, 18-23 Después ven y sígueme

(Lc 18, 18-23) Después ven y sígueme
[18] Un hombre importante le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?». [19] Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. [20] Tú conoces los mandamientos: No cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no darás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre». [21] El hombre le respondió: «Todo esto lo he cumplido desde mi juventud». [22] Al oírlo, Jesús le dijo: «Una cosa te falta todavía: vende todo lo que tienes y distribúyelo entre los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo. Después ven y sígueme». [23] Al oír estas palabras, el hombre se entristeció, porque era muy rico.
(C.I.C 2544) Jesús exhorta a sus discípulos a preferirle a Él respecto a todo y a todos y les propone ‘renunciar a todos sus bienes’ (cf. Lc 14, 33) por Él y por el Evangelio (cf. Mc 8, 35). Poco antes de su pasión les mostró como ejemplo la pobre viuda de Jerusalén que, de su indigencia, dio todo lo que tenía para vivir (cf. Lc 21, 4). El precepto del desprendimiento de las riquezas es obligatorio para entrar en el Reino de los cielos. (C.I.C 925) Nacida en Oriente en los primeros siglos del cristianismo (cf. Unitatis redintegratio, 15) y vivida en los institutos canónicamente erigidos por la Iglesia (cf. CIC canon 573), la vida religiosa se distingue de las otras formas de vida consagrada por el aspecto cultual, la profesión pública de los consejos evangélicos, la vida fraterna llevada en común, y por el testimonio dado de la unión de Cristo y de la Iglesia (cf. CIC canon 607). (C.I.C 926) La vida religiosa nace del misterio de la Iglesia. Es un don que la Iglesia recibe de su Señor y que ofrece como un estado de vida estable al fiel llamado por Dios a la profesión de los consejos. Así la Iglesia puede a la vez manifestar a Cristo y reconocerse como Esposa del Salvador. La vida religiosa está invitada a significar, bajo estas diversas formas, la caridad misma de Dios, en el lenguaje de nuestro tiempo. (C.I.C 927) Todos los religiosos, exentos o no (cf. CIC canon 591), se encuentran entre los colaboradores del obispo diocesano en su misión pastoral (Christus Dominus, 33-35). La implantación y la expansión misionera de la Iglesia requieren la presencia de la vida religiosa en todas sus formas "desde el período de implantación de la Iglesia" (Cf. Ad gentes, 18; 40). "La historia da testimonio de los grandes méritos de las familias religiosas en la propagación de la fe y en la formación de las nuevas iglesias: desde las antiguas instituciones monásticas, las órdenes medievales y hasta las congregaciones modernas" (Redemptoris missio, 69).

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