[11] Como la gente seguía escuchando, añadió una parábola, porque estaba cerca de Jerusalén y ellos pensaban que el Reino de Dios iba a aparecer de un momento a otro. [12] Él les dijo: «Un hombre de familia noble fue a un país lejano para recibir la investidura real y regresar en seguida. [13] Llamó a diez de sus servidores y les entregó cien monedas de plata a cada uno, diciéndoles: “Háganlas producir hasta que yo vuelva”. [14] Pero sus conciudadanos lo odiaban y enviaron detrás de él una embajada encargada de decir: “No queremos que este sea nuestro rey”. [15] Al regresar, investido de la dignidad real, hizo llamar a los servidores a quienes había dado el dinero, para saber lo que había ganado cada uno. [16] El primero se presentó y le dijo: “Señor, tus cien monedas de plata han producido diez veces más”. [17] “Está bien, buen servidor, le respondió, ya que has sido fiel en tan poca cosa, recibe el gobierno de diez ciudades”. [18] Llegó el segundo y le dijo: “Señor, tus cien monedas de plata han producido cinco veces más”. [19] A él también le dijo: “Tú estarás al frente de cinco ciudades”.
sábado, 27 de septiembre de 2008
Lc 19, 11-19 El Reino de Dios iba a aparecer
(Lc 19, 11-19) El Reino de Dios iba a aparecer
[11] Como la gente seguía escuchando, añadió una parábola, porque estaba cerca de Jerusalén y ellos pensaban que el Reino de Dios iba a aparecer de un momento a otro. [12] Él les dijo: «Un hombre de familia noble fue a un país lejano para recibir la investidura real y regresar en seguida. [13] Llamó a diez de sus servidores y les entregó cien monedas de plata a cada uno, diciéndoles: “Háganlas producir hasta que yo vuelva”. [14] Pero sus conciudadanos lo odiaban y enviaron detrás de él una embajada encargada de decir: “No queremos que este sea nuestro rey”. [15] Al regresar, investido de la dignidad real, hizo llamar a los servidores a quienes había dado el dinero, para saber lo que había ganado cada uno. [16] El primero se presentó y le dijo: “Señor, tus cien monedas de plata han producido diez veces más”. [17] “Está bien, buen servidor, le respondió, ya que has sido fiel en tan poca cosa, recibe el gobierno de diez ciudades”. [18] Llegó el segundo y le dijo: “Señor, tus cien monedas de plata han producido cinco veces más”. [19] A él también le dijo: “Tú estarás al frente de cinco ciudades”.
[11] Como la gente seguía escuchando, añadió una parábola, porque estaba cerca de Jerusalén y ellos pensaban que el Reino de Dios iba a aparecer de un momento a otro. [12] Él les dijo: «Un hombre de familia noble fue a un país lejano para recibir la investidura real y regresar en seguida. [13] Llamó a diez de sus servidores y les entregó cien monedas de plata a cada uno, diciéndoles: “Háganlas producir hasta que yo vuelva”. [14] Pero sus conciudadanos lo odiaban y enviaron detrás de él una embajada encargada de decir: “No queremos que este sea nuestro rey”. [15] Al regresar, investido de la dignidad real, hizo llamar a los servidores a quienes había dado el dinero, para saber lo que había ganado cada uno. [16] El primero se presentó y le dijo: “Señor, tus cien monedas de plata han producido diez veces más”. [17] “Está bien, buen servidor, le respondió, ya que has sido fiel en tan poca cosa, recibe el gobierno de diez ciudades”. [18] Llegó el segundo y le dijo: “Señor, tus cien monedas de plata han producido cinco veces más”. [19] A él también le dijo: “Tú estarás al frente de cinco ciudades”.
(C.I.C 1880) Una sociedad es un conjunto de personas ligadas de manera orgánica por un principio de unidad que supera a cada una de ellas. Asamblea a la vez visible y espiritual, una sociedad perdura en el tiempo: recoge el pasado y prepara el porvenir. Mediante ella, cada hombre es constituido ‘heredero’, recibe ‘talentos’ que enriquecen su identidad y a los que debe hacer fructificar (cf. Lc 19, 13.15). En verdad, se debe afirmar que cada uno tiene deberes para con las comunidades de que forma parte y está obligado a respetar a las autoridades encargadas del bien común de las mismas. (C.I.C 1936) Al venir al mundo, el hombre no dispone de todo lo que es necesario para el desarrollo de su vida corporal y espiritual. Necesita de los demás. Ciertamente hay diferencias entre los hombres por lo que se refiere a la edad, a las capacidades físicas, a las aptitudes intelectuales o morales, a las circunstancias de que cada uno se pudo beneficiar, a la distribución de las riquezas (Gaudium et spes, 29). Los ‘talentos’ no están distribuidos por igual (cf. Mt 25, 14-30, Lc 19, 11-27).
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