lunes, 22 de septiembre de 2008

Lc 18, 7-8 Sus elegidos, que claman a él día y noche

(Lc 18, 7-8) Sus elegidos, que claman a él día y noche
[7] Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los haga esperar? [8] Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?».
(C.I.C 1058) La Iglesia ruega para que nadie se pierda: "Jamás permitas […] Señor, que me separe de ti" (Oración antes de la Comunión, 132: Misal Romano) Si bien es verdad que nadie puede salvarse a sí mismo, también es cierto que "Dios quiere que todos los hombres se salven" (1Tm 2, 4) y que para El "todo es posible" (Mt 19, 26). (C.I.C 1802) La Palabra de Dios es una luz para nuestros pasos. Es preciso que la asimilemos en la fe y en la oración, y la pongamos en práctica. Así se forma la conciencia moral. (C.I.C 2098) Los actos de fe, esperanza y caridad que ordena el primer mandamiento se realizan en la oración. La elevación del espíritu hacia Dios es una expresión de nuestra adoración a Dios: oración de alabanza y de acción de gracias, de intercesión y de súplica. La oración es una condición indispensable para poder obedecer los mandamientos de Dios. “Es preciso orar siempre sin desfallecer” (Lc 18, 1). (C.I.C 2643) La Eucaristía contiene y expresa todas las formas de oración: es la "ofrenda pura" de todo el Cuerpo de Cristo a la gloria de su Nombre (cf. Ml 1, 11); es, según las tradiciones de Oriente y de Occidente, "el sacrificio de alabanza".

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