viernes, 12 de septiembre de 2008
Lc 15, 1-10 Recibe a los pecadores y come con ellos
Lucas 15
(Lc 15, 1-10) Recibe a los pecadores y come con ellos[1] Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. [2] Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos». [3] Jesús les dijo entonces esta parábola: [4] «Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? [5] Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, [6] y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: “Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido”. [7] Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse». [8] Y les dijo también: «Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? [9] Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: “Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido”. [10] Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte».
(C.I.C 545) Jesús invita a los pecadores al banquete del Reino: "No he venido a llamar a justos sino a pecadores" (Mc 2, 17; cf. 1Tim 1, 15). Les invita a la conversión, sin la cual no se puede entrar en el Reino, pero les muestra de palabra y con hechos la misericordia sin límites de su Padre hacia ellos (cf. Lc 15, 11-32) y la inmensa "alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta" (Lc 15, 7). La prueba suprema de este amor será el sacrificio de su propia vida "para remisión de los pecados" (Mt 26, 28). (C.I.C 1846) El Evangelio es la revelación, en Jesucristo, de la misericordia de Dios con los pecadores (cf. Lc 15). El ángel anuncia a José: ‘Tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados’ (Mt 1, 21). Y en la institución de la Eucaristía, sacramento de la redención, Jesús dice: ‘Esta es mi sangre de la Alianza, que va a ser derramada por muchos para remisión de los pecados’ (Mt 26, 28).
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