viernes, 16 de marzo de 2018
Comentario CIC al YouCat Pregunta n. 281.
(Respuesta
YouCat) Dios ha puesto en nuestro corazón un deseo tan infinito de felicidad
que nadie lo puede saciar, sólo Dios mismo. Todas las satisfacciones terrenas
nos dan únicamente un anticipo de la felicidad eterna. Por encima de ellas
debemos ser atraídos a Dios.
Reflecciones y puntos a profundizar (Comentario CIC) (C.I.C 1718) Las
bienaventuranzas responden al deseo natural de felicidad. Este deseo es de
origen divino: Dios lo ha puesto en el corazón del hombre a fin de atraerlo
hacia Él, el único que lo puede satisfacer: “Ciertamente todos nosotros
queremos vivir felices, y en el género humano no hay nadie que no dé su
asentimiento a esta proposición incluso antes de que sea plenamente enunciada”
(San Agustín, De moribus Ecclesiae catholicae, 1, 3, 4: PL 32, 1312). “¿Cómo es,
Señor, que yo te busco? Porque al buscarte, Dios mío, busco la vida feliz, haz
que te busque para que viva mi alma, porque mi cuerpo vive de mi alma y mi alma
vive de ti” (San Agustín, Confessiones, 10, 20, 29: PL 32, 791). “Sólo Dios sacia” (Santo
Tomás de Aquino, In Symbolum
Apostolorum… expositio, c. 15).
Para meditar
(Comentario CIC) (C.I.C 1719)) Las
bienaventuranzas descubren la meta de la existencia humana, el fin último de
los actos humanos: Dios nos llama a su propia bienaventuranza. Esta vocación se
dirige a cada uno personalmente, pero también al conjunto de la Iglesia, pueblo
nuevo de los que han acogido la promesa y viven de ella en la fe. (C.I.C
1725) Las bienaventuranzas recogen y perfeccionan las
promesas de Dios desde Abraham ordenándolas al Reino de los cielos. Responden
al deseo de felicidad que Dios ha puesto en el corazón del hombre. (C.I.C
1725) Las bienaventuranzas recogen y perfeccionan las
promesas de Dios desde Abraham ordenándolas al Reino de los cielos. Responden
al deseo de felicidad que Dios ha puesto en el corazón del hombre.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario