viernes, 30 de noviembre de 2012
Tb 2, 13-14 No podemos comer nada robado
13 Cuando entró en
mi casa, el cabrito comenzó a balar. Yo llamé a mi mujer y le pregunté: «¿De
dónde salió este cabrito? ¿No habría sido robado? Devuélvelo a sus dueños,
porque no podemos comer nada robado», 14 Ella me respondió: «¡Pero si es un
regalo que me han hecho, además del pago!». Yo no le creí e insistía en que lo
devolviera a sus dueños, llegando a enojarme con ella por este asunto. Entonces
ella me replicó: «¿Para qué te sirvieron tus limosnas y tus obras de justicia?
¡Ah ora se ve bien claro!».
(C.I.C 2453) El séptimo mandamiento prohíbe el robo. El robo
es la usurpación del bien ajeno contra la voluntad razonable de su dueño.
(C.I.C 2454) Toda manera de tomar y de usar injustamente un bien ajeno es
contraria al séptimo mandamiento. La injusticia cometida exige reparación. La
justicia conmutativa impone la restitución del bien robado. (C.I.C 312) Así, con el tiempo, se puede descubrir que Dios, en su
providencia todopoderosa, puede sacar un bien de las consecuencias de un mal,
incluso moral, causado por sus criaturas: "No fuisteis vosotros, dice José
a sus hermanos, los que me enviasteis acá, sino Dios [...] aunque vosotros
pensasteis hacerme daño, Dios lo pensó para bien, para hacer sobrevivir [...]
un pueblo numeroso" (Gn 45, 8; 50, 20; cf Tb 2, 12-18 vulg.). Del mayor
mal moral que ha sido cometido jamás, el rechazo y la muerte del Hijo de Dios,
causado por los pecados de todos los hombres, Dios, por la superabundancia de
su gracia (cf. Rm 5, 20), sacó el mayor de los bienes: la glorificación de
Cristo y nuestra Redención. Sin embargo, no por esto el mal se convierte en un
bien.
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