miércoles, 28 de noviembre de 2012

Ne 13, 19-22 Para que no entrara ninguna carga el día sábado


(Ne 13, 19-22) Para que no entrara ninguna carga el día sábado

19 Cuando las puertas de Jerusalén estaban en penumbra, antes del sábado, mandé que las cerraran y ordené que no las reabrieran hasta pasado el sábado. Además aposté a algunos de mis hombres junto a las puertas, para que no entrara ninguna carga el día sábado. 20 Una o dos veces, los traficantes y vendedores de toda clase de mercancías pasaron la noche fuera de Jerusalén. 21 Pero yo les advertí: «¿Por qué pasan la noche delante de la muralla? Si lo vuelven a hacer, los haré detener». Desde entonces, ya no volvieron más durante el sábado. 22 Luego ordené a los levitas que se purificaran y fueran a custodiar las puertas, a fin de santificar el día sábado. También por esto, ¡acuérdate de mí, Dios mío, y ten piedad de mí, por tu gran fidelidad! 
(C.I.C 2190) El sábado, que representaba la coronación de la primera creación, es sustituido por el domingo que recuerda la nueva creación, inaugurada por la resurrección de Cristo. (C.I.C 2191) La Iglesia celebra el día de la Resurrección de Cristo el octavo día, que es llamado con toda razón día del Señor, o domingo (Sacrosanctum Concilium, 106). (C.I.C 2175) El domingo se distingue expresamente del sábado, al que sucede cronológicamente cada semana, y cuya prescripción litúrgica reemplaza para los cristianos. Realiza plenamente, en la Pascua de Cristo, la verdad espiritual del sábado judío y anuncia el descanso eterno del hombre en Dios. Porque el culto de la ley preparaba el misterio de Cristo, y lo que se practicaba en ella prefiguraba algún rasgo relativo a Cristo (Cf. 1Co 10, 11): “Los que vivían según el orden de cosas antiguo han pasado a la nueva esperanza, no observando ya el sábado, sino el día del Señor, en el que nuestra vida es bendecida por Él y por su muerte”. (San Ignacio de Antioquía, Epistula ad Magnesios, 9, 1).

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