domingo, 4 de noviembre de 2012
1R 8, 28-30 Escucha desde tu morada en el cielo, escucha y perdona
28 No obstante, Señor, Dios mío, vuelve tu rostro hacia
la oración y la súplica de tu servidor, y escucha el clamor y la oración que te
dirige hoy tu servidor. 29 Que tus ojos estén abiertos día y noche sobre esta
Casa, sobre el lugar del que tú dijiste: «Allí residirá mi Nombre». ¡Escucha la
oración que tu servidor dirige hacia este lugar! 30 ¡Escucha la súplica y la
oración que tu servidor y tu pueblo Israel dirijan hacia este lugar! ¡Escucha
desde tu morada en el cielo, escucha y perdona!
(C.I.C
2629) El vocabulario neotestamentario sobre la oración de súplica está lleno de
matices: pedir, reclamar, llamar con insistencia, invocar, clamar, gritar, e
incluso "luchar en la oración" (cf. Rm 15, 30; Col 4, 12). Pero su
forma más habitual, por ser la más espontánea, es la petición. Mediante la
oración de petición mostramos la conciencia de nuestra relación con Dios: por
ser criaturas, no somos ni nuestro propio origen, ni dueños de nuestras
adversidades, ni nuestro fin último; pero también, por ser pecadores, sabemos,
como cristianos, que nos apartamos de nuestro Padre. La petición ya es un
retorno hacia Él.
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