viernes, 2 de noviembre de 2012
1R 8, 14-15 Bendito sea el Señor, el Dios de Israel
14 Después el rey se volvió y bendijo a toda la asamblea
de Israel, mientras esta permanecía de pie. 15 El dijo: «Bendito sea el Señor,
el Dios de Israel, que ha cumplido con su mano lo que su boca había anunciado a
mi padre David, cuando le dijo:
(C.I.C 262) La Encarnación del Hijo de Dios revela que Dios es el
Padre eterno, y que el Hijo es consubstancial al Padre, es decir, que es en él
y con él el mismo y único Dios. (C.I.C
2627) Dos formas fundamentales expresan este movimiento: o bien la oración asciende
llevada por el Espíritu Santo, por medio de Cristo hacia el Padre (nosotros le
bendecimos por habernos bendecido (cf. Ef 1, 3-14; 2Co 1, 3-7; 1P 1, 3-9); o
bien implora la gracia del Espíritu Santo que, por medio de Cristo, desciende
de junto al Padre (es Él quien nos bendice; cf. 2Co 13, 13; Rm 15, 5-6. 13; Ef
6, 23-24).
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