jueves, 29 de noviembre de 2012
Tb 1, 16-18 Y enterraba a mis compatriotas
16 En tiempos de
Salmanasar, yo hacía muchas limosnas a mis compatriotas, 17 Daba mi pan a los
hambrientos, vestía a los que estaban desnudos y enterraba a mis compatriotas,
cuando veía que sus cadáveres eran arrojados por encima de las murallas de
Nínive. 18 También enterré a los que mandó matar Senaquerib cuando tuvo que
huir de Judea, después del castigo que le infligió el Rey del Cielo por todas
las blasfemias que había proferido. Lleno de cólera, Senaquerib mató a muchos
israelitas: yo ocultaba sus cuerpos para enterrarlos, y aunque él los buscaba,
no podía encontrarlos.
(C.I.C 2300) Los cuerpos de los difuntos deben ser tratados
con respeto y caridad en la fe y la esperanza de la resurrección. Enterrar a
los muertos es una obra de misericordia corporal (cf. Tb 1, 16-18), que honra a
los hijos de Dios, templos del Espíritu Santo.
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