domingo, 25 de noviembre de 2012

Esd 9, 10-15 Aquí estamos en tu presencia con nuestras culpas


(Esd 9, 10-15) Aquí estamos en tu presencia con nuestras culpas

10 Y ahora, Dios nuestro, ¿qué más podemos decir? Porque hemos abandonado tus mandamientos,11 los que nos habías dado por medio de tus servidores los profetas, diciendo: «La tierra en la que entrarán para tomar posesión de ella es una tierra manchada por gente del país, por las abominaciones con que la han llenado de un extremo al otro a causa de su impureza. 12 Por eso, no entreguen sus hijas a los hijos de ellos ni casen a sus hijos con las hijas de esa gente. No busquen nunca su paz ni su bienestar. Así ustedes llegarán a ser fuertes, comerán los mejores frutos de la tierra, y la dejarán en herencia a sus hijos para siempre». 13 Después de todo lo que nos ha sucedido por nuestras malas acciones y nuestra gran culpa –aunque tú, Dios nuestro, no has tenido en cuenta todo el alcance de nuestra iniquidad y nos has dejado estos sobrevivientes – 14 ¿cómo es posible que volvamos a violar tus mandamientos y a emparentarnos con esta gente abominable? ¿No te irritarías hasta destruirnos, sin dejar ni un resto con vida? 15 Señor, Dios de Israel, porque tú eres justo, hemos sobrevivido como un resto. ¡Aquí estamos en tu presencia con nuestras culpas, a pesar de que en estas condiciones nadie puede comparecer delante de ti».
(C.I.C 2591) Dios llama incansablemente a cada persona al encuentro misterioso con Él. La oración acompaña a toda la historia de la salvación como una llamada recíproca entre Dios y el hombre. (C.I.C 2592) La oración de Abraham y de Jacob aparece como una lucha de fe vivida en la confianza a la fidelidad de Dios, y en la certeza de la victoria prometida a quienes perseveran. (C.I.C 2593) La oración de Moisés responde a la iniciativa del Dios vivo para la salvación de su pueblo. Prefigura la oración de intercesión del único mediador, Cristo Jesús. (C.I.C 2594) La oración del pueblo de Dios se desarrolla a la sombra de la morada de Dios, el arca de la alianza y el Templo, bajo la guía de los pastores, especialmente el rey David, y de los profetas. (C.I.C 2595) Los profetas llaman a la conversión del corazón y, al buscar ardientemente el rostro de Dios, como hizo Elías, interceden por el pueblo.  

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