sábado, 24 de noviembre de 2012
Esd 9, 6-9 Nuestro Dios ha iluminado nuestros ojos
6 y dije: «Dios
mío, estoy tan avergonzado y confundido que no me atrevo a levantar mi rostro
hacia ti. Porque nuestras iniquidades se han multiplicado hasta cubrirnos por
completo, y nuestra culpa ha subido hasta el cielo. 7 Desde los días de
nuestros padres hasta hoy, nos hemos hecho muy culpables, y a causa de nuestras
iniquidades, nosotros, nuestros reyes y nuestros sacerdotes, fuimos entregados
a los reyes extranjeros, a la espada, al cautiverio, al saqueo y a la
vergüenza, como nos sucede en el día de hoy. 8 Pero ahora, hace muy poco
tiempo, el Señor, nuestro Dios, nos ha concedido la gracia de dejarnos un resto
de sobrevivientes y de darnos un refugio en su Lugar santo. Así nuestro Dios ha
iluminado nuestros ojos y nos ha dado un respiro en medio de nuestra
esclavitud.9 Porque nosotros estamos sometidos; pero nuestro Dios no nos ha
abandonado en medio de la servidumbre. El nos obtuvo el favor de los reyes de
Persia, para animarnos a levantar la Casa de nuestro Dios y restaurar sus
ruinas, y ara darnos una muralla en Judá y en Jerusalén.
(C.I.C 2585) Desde David hasta la venida del Mesías, las
Sagradas Escrituras contienen textos de oración que atestiguan el sentido
profundo de la oración para sí mismo y para los demás (cf. Esd 9, 6-15; Ne 1,
4-11; Jon 2, 3-10; Tb 3, 11-16; Jdt 9, 2-14). Los salmos fueron reunidos poco a
poco en un conjunto de cinco libros: los Salmos (o "alabanzas"), son
la obra maestra de la oración en el Antiguo Testamento.
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