jueves, 10 de mayo de 2012
Gn 9,1-3 Sean fecundos, multiplíquense y llenen la tierra
1 Entonces Dios bendijo a Noé y a sus hijos, diciéndoles:
«Sean fecundos, multiplíquense y llenen la tierra. 2 Ante ustedes sentirán
temor a todos los animales de la tierra y todos los pájaros del cielo, todo lo
que se mueve por el suelo, y todos los peces del mar: ellos han sido puestos en
manos de ustedes. 3 Todo lo que se mueve y tiene vida les servirá de alimento;
yo les doy todo eso como antes les di los vegetales.
(C.I.C 2417) Dios confió los animales a la administración
del que fue creado por él a su imagen (cf. Gn 2, 19-20; 9, 1-4). Por tanto, es
legítimo servirse de los animales para el alimento y la confección de vestidos.
Se los puede domesticar para que ayuden al hombre en sus trabajos y en sus
ocios. Los experimentos médicos y científicos en animales, si se mantienen dentro
de límites razonables, son prácticas moralmente aceptables, pues contribuyen a
cuidar o salvar vidas humanas. (C.I.C 2415) El séptimo mandamiento exige el
respeto de la integridad de la creación. Los animales, como las plantas y los
seres inanimados, están naturalmente destinados al bien común de la humanidad
pasada, presente y futura (cf. Gn 1, 28-31). El uso de los recursos minerales,
vegetales y animales del universo no puede ser separado del respeto a las
exigencias morales. El dominio concedido por el Creador al hombre sobre los
seres inanimados y los seres vivos no es absoluto; está regulado por el cuidado
de la calidad de la vida del prójimo incluyendo la de las generaciones
venideras; exige un respeto religioso de la integridad de la creación (cf. Centesimus Annus, 37-38).
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