miércoles, 2 de mayo de 2012
Gn 4,23-24 Yo maté a un hombre por una herida
23 Lamec dijo a sus mujeres: «¡Adá y Silá, escuchen mi
voz: mujeres de Lamec, oigan mi palabra! Yo maté a un hombre por una herida, y
a un muchacho por una contusión. 24 Porque Caín será vengado siete veces, pero
Lamec lo será setenta y siete».
(C.I.C 2261) La Escritura precisa lo que el quinto
mandamiento prohíbe: ‘No quites la vida del inocente y justo’ (Ex 23, 7). El
homicidio voluntario de un inocente es gravemente contrario a la dignidad del
ser humano, a la regla de oro y a la santidad del Creador. La ley que lo
proscribe posee una validez universal: obliga a todos y a cada uno, siempre y
en todas partes. (C.I.C 2262) En el Sermón de la Montaña, el Señor recuerda el
precepto: ‘No matarás’ (Mt 5, 21), y añade el rechazo absoluto de la ira, del
odio y de la venganza. Más aún, Cristo exige a sus discípulos presentar la otra
mejilla (Cf. Mt 5, 22-39), amar a los enemigos (Cf. Mt 5, 44). El mismo no se
defendió y dijo a Pedro que guardase la espada en la vaina (Cf. Mt 26, 52). (C.I.C
1933) Este mismo deber se extiende a los que piensan y actúan diversamente de
nosotros. La enseñanza de Cristo exige incluso el perdón de las ofensas.
Extiende el mandamiento del amor que es el de la nueva ley a todos los enemigos
(Cf. Mt 5, 43-44). La liberación en el espíritu del Evangelio es incompatible
con el odio al enemigo en cuanto persona, pero no con el odio al mal que hace
en cuanto enemigo.
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