domingo, 27 de mayo de 2012
Gn 18,30-33 En atención a esos diez no la destruiré
30 «Por favor, dijo
entonces Abraham, que mi Señor no lo tome a mal si continúo insistiendo. Quizá
sean solamente treinta». Y el Señor respondió: «No lo haré si encuentro allí a
esos treinta». 31 Abraham insistió: «Una vez más, me tomo el atrevimiento de
dirigirme a mi Señor. Tal vez no sean más que veinte». «No la destruiré en
atención a esos veinte», declaró el Señor. 32 «Por favor, dijo entonces
Abraham, que mi Señor no se enoje si hablo por última vez. Quizá sean solamente
diez». «En atención a esos diez, respondió, no la destruiré». 33 Apenas terminó
de hablar con él, el Señor se fue, y Abraham regresó a su casa.
(C.I.C 2735) He aquí una observación llamativa: cuando
alabamos a Dios o le damos gracias por sus beneficios en general, no estamos
preocupados por saber si esta oración le es agradable. Por el contrario, cuando
pedimos, exigimos ver el resultado. ¿Cuál es entonces la imagen de Dios
presente en este modo de orar: Dios como medio o Dios como el Padre de Nuestro
Señor Jesucristo? (C.I.C 2592) La oración de Abraham y de Jacob aparece como
una lucha de fe vivida en la confianza a la fidelidad de Dios, y en la certeza
de la victoria prometida a quienes perseveran. (C.I.C 2584) A solas con Dios,
los profetas extraen luz y fuerza para su misión. Su oración no es una huida
del mundo infiel, sino una escucha de la palabra de Dios, es, a veces un
debatirse o una queja, y siempre una intercesión que espera y prepara la
intervención del Dios salvador, Señor de la historia (cf. Am 7, 2. 5; Is 6, 5.
8. 11; Jr 1, 6; 15, 15-18; 20, 7-18).
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