lunes, 7 de mayo de 2012
Gn 6,5-6 Grande era la maldad del hombre en la tierra
5 Cuando el Señor vio qué grande era la maldad del hombre
en la tierra y cómo todos los designios que forjaba su mente tendían
constantemente al mal, 6 se arrepintió de haber hecho al hombre sobre la
tierra, y sintió pesar en su corazón.
(C.I.C 401) Desde
este primer pecado, una verdadera invasión de pecado inunda el mundo: el fratricidio
cometido por Caín en Abel (cf. Gn 4,3-15); la corrupción universal, a raíz del
pecado (cf. Gn 6,5.12; Rm 1,18-32); en la historia de Israel, el pecado se
manifiesta frecuentemente, sobre todo como una infidelidad al Dios de la
Alianza y como transgresión de la Ley de Moisés; e incluso tras la Redención de
Cristo, entre los cristianos, el pecado se manifiesta de múltiples maneras (cf.
1Co 1-6; Ap 2-3). La Escritura y la Tradición de la Iglesia no cesan de
recordar la presencia y la universalidad
del pecado en la historia del hombre: “Lo que la revelación divina nos
enseña coincide con la misma experiencia. Pues el hombre, al examinar su
corazón, se descubre también inclinado al mal e inmerso en muchos males que no
pueden proceder de su Creador, que es bueno. Negándose con frecuencia a
reconocer a Dios como su principio, rompió además el orden debido con respecto
a su fin último y, al mismo tiempo, toda su ordenación en relación consigo
mismo, con todos los otros hombres y con todas las cosas creadas (Gaudium et spes, 13). (C.I.C 402) Todos
los hombres están implicados en el pecado de Adán. san Pablo lo afirma:
"Por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos
pecadores" (Rm 5,19): "Como por un solo hombre entró el pecado en el
mundo y por el pecado la muerte y así la muerte alcanzó a todos los hombres,
por cuanto todos pecaron..." (Rm 5,12). A la universalidad del pecado y de
la muerte, el Apóstol opone la universalidad de la salvación en Cristo:
"Como el delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres la condenación,
así también la obra de justicia de uno solo [la de Cristo] procura a todos una
justificación que da la vida" (Rm 5,18).
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