viernes, 25 de mayo de 2012
Gn 18,24-25 Perdonarlo por amor a los cincuenta justos
24 Tal vez haya en
la ciudad cincuenta justos. ¿Y tú vas a arrasar ese lugar, en vez de perdonarlo
por amor a los cincuenta justos que hay en él? 25 ¡Lejos de ti hacer semejante
cosa! ¡Matar al justo juntamente con el culpable, haciendo que los dos corran
la misma suerte! ¡Lejos de ti! ¿Acaso el Juez de toda la tierra no va a hacer
justicia?».
(C.I.C 2635) Interceder, pedir en favor de otro, es, desde Abraham, lo
propio de un corazón conforme a la misericordia de Dios. En el tiempo de la
Iglesia, la intercesión cristiana participa de la de Cristo: es la expresión de
la comunión de los santos. En la intercesión, el que ora busca "no su
propio interés sino […] el de los demás" (Flp 2, 4), hasta rogar por los
que le hacen mal (Cf. San Esteban orando por sus verdugos, como Jesús: Hch 7,
60; Lc 23, 28. 34). (C.I.C 2636)
Las primeras comunidades cristianas vivieron intensamente esta forma de
participación (cf. Hch 12, 5; 20, 36; 21, 5; 2Co 9, 14). El Apóstol Pablo les
hace participar así en su ministerio del Evangelio (cf. Ef 6, 18-20; Col 4,
3-4; 1Ts 5, 25); él intercede también por las comunidades (cf. 2Ts 1, 11; Col
1, 3; Flp 1, 3-4). La intercesión de los cristianos no conoce fronteras:
"por todos los hombres, por […] todos los constituídos en autoridad"
(1Tm 2, 1), por los perseguidores (cf. Rm 12, 14), por la salvación de los que
rechazan el Evangelio (cf. Rm 10, 1).
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