domingo, 20 de mayo de 2012
Gn 17,1-8 Yo te daré una descendencia muy numerosa
1 Cuando Abram
tenía noventa y nueve años, el Señor se le apareció y le dijo: «Yo soy el Dios
Todopoderoso. Camina en mi presencia y sé irreprochable. 2 Yo haré una alianza
contigo, y te daré una descendencia muy numerosa». 3 Abram cayó con el rostro
en tierra, mientras Dios le seguía diciendo: 4 «Esta será mi alianza contigo:
tú serás el padre de una multitud de naciones. 5 Y ya no te llamarás más Abram:
en adelante tu nombre será Abraham, para indicar que yo te he constituido padre
de una multitud de naciones. 6 Te haré extraordinariamente fecundo: de ti
suscitaré naciones, y de ti nacerán reyes. 7 Estableceré mi alianza contigo y
con tu descendencia a través de las generaciones. Mi alianza será una alianza
eterna, y así yo seré tu Dios y el de tus descendientes. 8 Yo te daré en
posesión perpetua, a ti y a tus descendientes, toda la tierra de Canaán, esa
tierra donde ahora resides como extranjero, y yo seré su Dios».
(C.I.C 1819) La esperanza
cristiana recoge y perfecciona la esperanza del pueblo elegido que tiene su
origen y su modelo en la esperanza de
Abraham en las promesas de Dios; esperanza colmada en Isaac y purificada
por la prueba del sacrificio (Gn 17, 4-8; 22, 1-18). ‘Esperando contra toda
esperanza, creyó y fue hecho padre de muchas naciones’ (Rm 4, 18). (C.I.C
39) Al defender la capacidad de la razón humana para
conocer a Dios, la Iglesia expresa su confianza en la posibilidad de hablar de
Dios a todos los hombres y con todos los hombres. Esta convicción está en la
base de su diálogo con las otras religiones, con la filosofía y las ciencias, y
también con los no creyentes y los ateos.
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