jueves, 31 de mayo de 2012
Gn 19,12-13; 24-25 Sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego
12 Después los
hombres preguntaron a Lot: «¿Tienes aquí algún otro pariente? Saca de este
lugar a tus hijos e hijas y a cualquier otro de los tuyos que esté en la
ciudad. 13 porque estamos a punto de destruir este lugar: ha llegado hasta la
presencia del Señor un clamor tan grande contra esta gente, que él nos ha
enviado a destruirlo». … 24 Entonces el Señor hizo llover sobre Sodoma y
Gomorra azufre y fuego que descendían del cielo. 25 Así destruyó esas ciudades
y toda la extensión de la región baja, junto con los habitantes de las ciudades
y la vegetación del suelo.
(C.I.C 1861) El pecado mortal es una
posibilidad radical de la libertad humana como lo es también el amor. Entraña
la pérdida de la caridad y la privación de la gracia santificante, es decir,
del estado de gracia. Si no es rescatado por el arrepentimiento y el perdón de
Dios, causa la exclusión del Reino de Cristo y la muerte eterna del infierno;
de modo que nuestra libertad tiene poder de hacer elecciones para siempre, sin
retorno. Sin embargo, aunque podamos juzgar que un acto es en sí una falta
grave, el juicio sobre las personas debemos confiarlo a la justicia y a la
misericordia de Dios. (C.I.C 1034) Jesús habla
con frecuencia de la "gehenna" y del "fuego que nunca se
apaga" (cf. Mt 5,22.29; 13,42.50; Mc 9,43-48) reservado a los que, hasta
el fin de su vida rehusan creer y convertirse, y donde se puede perder a la vez
el alma y el cuerpo (cf. Mt 10, 28). Jesús anuncia en términos graves que
"enviará a sus ángeles […]
que recogerán a todos los autores de iniquidad, y los arrojarán al horno
ardiendo" (Mt 13, 41-42), y que pronunciará la condenación:" ¡Alejaos
de mí malditos al fuego eterno!" (Mt 25, 41). (C.I.C 1035) La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del
infierno y su eternidad. Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal
descienden a los infiernos inmediatamente después de la muerte y allí sufren
las penas del infierno, "el fuego eterno" (cf. DS 76; 409; 411; 801;
858; 1002; 1351; 1575; Pablo VI Sollemnis
Professio fidei, 12). La pena principal del infierno consiste en la
separación eterna de Dios en quien únicamente puede tener el hombre la vida y
la felicidad para las que ha sido creado y a las que aspira.
miércoles, 30 de mayo de 2012
Gn 19,9-11 A ti te trataremos peor que a ellos
(Gn 19,9-11) A ti te trataremos peor que a ellos
9 Ellos le
respondieron: «Apártate de ahí». Y añadieron: «Este individuo no es más que un
inmigrante, y ahora se pone a juzgar. A ti te trataremos peor que a ellos».
Luego se abalanzaron violentamente contra Lot, y se acercaron para derribar la
puerta. 10 Pero los dos hombres, sacando los brazos, llevaron a Lot adentro y
cerraron la puerta. 11 Y a todos los que estaban a la entrada de la casa,
pequeños y grandes, los hirieron con una luz enceguecedora, de manera que no
pudieron abrirse paso.
(C.I.C 2356) La violación es
forzar o agredir con violencia la intimidad sexual de una persona. Atenta
contra la justicia y la caridad. La violación lesiona profundamente el derecho
de cada uno al respeto, a la libertad, a la integridad física y moral. Produce
un daño grave que puede marcar a la víctima para toda la vida. Es siempre un
acto intrínsecamente malo. Más grave todavía es la violación cometida por parte
de los padres (cf. incesto) o de educadores con los niños que les están
confiados. (C.I.C 2358) Un número apreciable de hombres y mujeres presentan
tendencias homosexuales instintivas. No eligen su condición homosexual; ésta
constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos
con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo
de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad
de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del
Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición. (C.I.C 2359)
Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de
dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el
apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental,
pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana.
martes, 29 de mayo de 2012
Gn 19,4-7 Les suplico que no cometan esa ruindad
(Gn 19,4-7) Les suplico que no cometan esa ruindad
4 Aún no se habían
acostado, cuando los hombres de la ciudad, los hombres de Sodoma, se agolparon
alrededor de la casa. Estaba la población en pleno, sin excepción alguna, desde
el más joven hasta el más viejo. 5 Entonces llamaron a Lot y le dijeron:
«¿Dónde están esos hombres que vinieron a tu casa esta noche? Tráelos afuera
para que tengamos relaciones con ellos». 6 Lot se presentó ante ellos a la
entrada de la casa, y cerrando la puerta detrás de sí, 7 dijo: «Amigos, les
suplico que no cometan esa ruindad.
(C.I.C 1867) La tradición
catequética recuerda también que existen ‘pecados
que claman al cielo’. Claman al cielo: la sangre de Abel (cf. Gn 4, 10); el
pecado de los sodomitas (cf. Gn 18, 20; 19, 13); el clamor del pueblo oprimido
en Egipto (cf. Ex 3, 7-10); el lamento del extranjero, de la viuda y el
huérfano (cf. Ex 22, 20-22); la injusticia para con el asalariado (cf. Dt 24,
14-15; St 5, 4). (C.I.C 2357)
La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que
experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del
mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas.
Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyándose en la
Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (cf. Gn 19, 1-29;
Rm 1, 24-27; 1Co 6, 10; 1Tm 1, 10), la Tradición ha declarado siempre que ‘los
actos homosexuales son intrínsecamente desordenados’ (Persona humana, 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el
acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad
afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso.
lunes, 28 de mayo de 2012
Gn 19,1-3 Los dos ángeles llegaron a Sodoma al atardecer
GÉNESIS 19
(Gn 19,1-3) Los dos ángeles llegaron a Sodoma al atardecer
1 Los dos ángeles
llegaron a Sodoma al atardecer,, mientras Lot estaba sentado a la puerta de la
ciudad. Al verlos, se levantó para saludarlos, e inclinándose hasta el suelo, 2
les dijo: «Les ruego, señores, que vengan a pasar la noche en casa de este
servidor. Lávense los pies, y mañana bien temprano podrán seguir viaje». «No,
le respondieron ellos, pasaremos la noche en la plaza». 3 Pero él les insistió
tanto, que al fin se fueron con él y se hospedaron en su casa. Lot les preparó
una comida, hizo cocinar galletas sin levadura, y ellos comieron.
(C.I.C 328) La existencia de seres espirituales, no corporales, que la
Sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe. E1 testimonio
de la Escritura es tan claro como la unanimidad de la Tradición. (C.I.C 332)
Desde la creación (cf. Jb 38, 7, donde los ángeles son llamados "hijos de
Dios") y a lo largo de toda la historia de la salvación, los encontramos,
anunciando de lejos o de cerca, esa salvación y sirviendo al designio divino de
su realización: cierran el paraíso terrenal (cf. Gn 3, 24), protegen a Lot (cf.
Gn 19), salvan a Agar y a su hijo (cf. Gn 21, 17), detienen la mano de Abraham
(cf. Gn 22, 11), la ley es comunicada por su ministerio (cf. Hch 7,53),
conducen el pueblo de Dios (cf. Ex 23, 20-23), anuncian nacimientos (cf. Jc 13)
y vocaciones (cf. Jc 6, 11-24; Is 6, 6), asisten a los profetas (cf. 1R 19, 5),
por no citar más que algunos ejemplos. Finalmente, el ángel Gabriel anuncia el
nacimiento del Precursor y el del mismo Jesús (cf. Lc 1, 11.26).
domingo, 27 de mayo de 2012
Gn 18,30-33 En atención a esos diez no la destruiré
(Gn 18,30-33) En atención a esos diez no la destruiré
30 «Por favor, dijo
entonces Abraham, que mi Señor no lo tome a mal si continúo insistiendo. Quizá
sean solamente treinta». Y el Señor respondió: «No lo haré si encuentro allí a
esos treinta». 31 Abraham insistió: «Una vez más, me tomo el atrevimiento de
dirigirme a mi Señor. Tal vez no sean más que veinte». «No la destruiré en
atención a esos veinte», declaró el Señor. 32 «Por favor, dijo entonces
Abraham, que mi Señor no se enoje si hablo por última vez. Quizá sean solamente
diez». «En atención a esos diez, respondió, no la destruiré». 33 Apenas terminó
de hablar con él, el Señor se fue, y Abraham regresó a su casa.
(C.I.C 2735) He aquí una observación llamativa: cuando
alabamos a Dios o le damos gracias por sus beneficios en general, no estamos
preocupados por saber si esta oración le es agradable. Por el contrario, cuando
pedimos, exigimos ver el resultado. ¿Cuál es entonces la imagen de Dios
presente en este modo de orar: Dios como medio o Dios como el Padre de Nuestro
Señor Jesucristo? (C.I.C 2592) La oración de Abraham y de Jacob aparece como
una lucha de fe vivida en la confianza a la fidelidad de Dios, y en la certeza
de la victoria prometida a quienes perseveran. (C.I.C 2584) A solas con Dios,
los profetas extraen luz y fuerza para su misión. Su oración no es una huida
del mundo infiel, sino una escucha de la palabra de Dios, es, a veces un
debatirse o una queja, y siempre una intercesión que espera y prepara la
intervención del Dios salvador, Señor de la historia (cf. Am 7, 2. 5; Is 6, 5.
8. 11; Jr 1, 6; 15, 15-18; 20, 7-18).
sábado, 26 de mayo de 2012
Gn 18,26-29 Perdonaré a todo ese lugar en atención a ellos
(Gn 18,26-29) Perdonaré a todo ese lugar en atención a ellos
26 El Señor
respondió: «Si encuentro cincuenta justos en la ciudad de Sodoma, perdonaré a
todo ese lugar en atención a ellos».27 Entonces Abraham dijo: «Yo, que no soy
más que polvo y ceniza, tengo el atrevimiento de dirigirme a mi Señor. 28 Quizá
falten cinco para que los justos lleguen a cincuenta. Por esos cinco ¿vas a
destruir toda la ciudad?». «No la destruiré si encuentro allí cuarenta y
cinco», respondió el Señor. 29 Pero Abraham volvió a insistir: «Quizá no sean
más de cuarenta». Y el Señor respondió: «No lo haré por amor a esos cuarenta».
(C.I.C 2634) La intercesión es una oración de petición que nos conforma
muy de cerca con la oración de Jesús. Él es el
único intercesor ante el Padre en favor de todos los hombres, de los pecadores
en particular (cf. Rm 8, 34; 1Jn 2, 1; 1Tm 2. 5-8). Es capaz de "salvar
perfectamente a los que por Él se llegan a
Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor" (Hb 7, 25). El
propio Espíritu Santo "intercede por nosotros […] y su intercesión a favor
de los santos es según Dios" (Rm 8, 26-27). (C.I.C 2734) La confianza
filial se prueba en la tribulación, ella misma se prueba (cf. Rm 5, 3-5). La
principal dificuldad se refiere a la oración de petición, al suplicar por uno
mismo o por otros. Hay quien deja de orar porque piensa que su oración no es
escuchada. A este respecto se plantean dos cuestiones: Por qué la oración de
petición no ha sido escuchada; y cómo la oración es escuchada o
"eficaz".
viernes, 25 de mayo de 2012
Gn 18,24-25 Perdonarlo por amor a los cincuenta justos
(Gn 18,24-25) Perdonarlo por amor a los cincuenta justos
24 Tal vez haya en
la ciudad cincuenta justos. ¿Y tú vas a arrasar ese lugar, en vez de perdonarlo
por amor a los cincuenta justos que hay en él? 25 ¡Lejos de ti hacer semejante
cosa! ¡Matar al justo juntamente con el culpable, haciendo que los dos corran
la misma suerte! ¡Lejos de ti! ¿Acaso el Juez de toda la tierra no va a hacer
justicia?».
(C.I.C 2635) Interceder, pedir en favor de otro, es, desde Abraham, lo
propio de un corazón conforme a la misericordia de Dios. En el tiempo de la
Iglesia, la intercesión cristiana participa de la de Cristo: es la expresión de
la comunión de los santos. En la intercesión, el que ora busca "no su
propio interés sino […] el de los demás" (Flp 2, 4), hasta rogar por los
que le hacen mal (Cf. San Esteban orando por sus verdugos, como Jesús: Hch 7,
60; Lc 23, 28. 34). (C.I.C 2636)
Las primeras comunidades cristianas vivieron intensamente esta forma de
participación (cf. Hch 12, 5; 20, 36; 21, 5; 2Co 9, 14). El Apóstol Pablo les
hace participar así en su ministerio del Evangelio (cf. Ef 6, 18-20; Col 4,
3-4; 1Ts 5, 25); él intercede también por las comunidades (cf. 2Ts 1, 11; Col
1, 3; Flp 1, 3-4). La intercesión de los cristianos no conoce fronteras:
"por todos los hombres, por […] todos los constituídos en autoridad"
(1Tm 2, 1), por los perseguidores (cf. Rm 12, 14), por la salvación de los que
rechazan el Evangelio (cf. Rm 10, 1).
jueves, 24 de mayo de 2012
Gn 18,21-23 El Señor se quedó de pie frente a Abraham
(Gn 18,21-23) El Señor se quedó de pie frente a Abraham
21 que debo bajar a
ver si sus acciones son realmente como el clamor que ha llegado hasta mí. Si no
es así, lo sabré». 22 Dos de esos hombres partieron de allí y se fueron hacia
Sodoma, pero el Señor se quedó de pie frente a Abraham. 23 Entonces Abraham se
le acercó y le dijo: «¿Así que vas a exterminar al justo junto con el culpable?
(C.I.C 1096) Liturgia judía y liturgia cristiana. Un mejor conocimiento de la fe
y la vida religiosa del pueblo judío tal como son profesadas y vividas aún hoy,
puede ayudar a comprender mejor ciertos aspectos de la Liturgia cristiana. Para
los judíos y para los cristianos la Sagrada Escritura es una parte esencial de
sus respectivas liturgias: para la proclamación de la Palabra de Dios, la
respuesta a esta Palabra, la adoración de alabanza y de intercesión por los
vivos y los difuntos, el recurso a la misericordia divina. La liturgia de la
Palabra, en su estructura propia, tiene su origen en la oración judía. La
oración de las Horas, y otros textos y formularios litúrgicos tienen sus
paralelos también en ella, igual que las mismas fórmulas de nuestras oraciones
más venerables, por ejemplo, el Padre Nuestro. Las plegarias eucarísticas se
inspiran también en modelos de la tradición judía. La relación entre liturgia
judía y liturgia cristiana, pero también la diferencia de sus contenidos, son
particularmente visibles en las grandes fiestas del año litúrgico como la
Pascua. Los cristianos y los judíos celebran la Pascua: Pascua de la historia,
orientada hacia el porvenir en los judíos; Pascua realizada en la muerte y la
resurrección de Cristo en los cristianos, aunque siempre en espera de la
consumación definitiva.
miércoles, 23 de mayo de 2012
Gn 18,16-20 Sodoma, Gomorra y su pecado tan grave
(Gn 18,16-20) Sodoma, Gomorra y su pecado tan grave
16 Después, los
hombres salieron de allí y se dirigieron hacia Sodoma, y Abraham los acompañó
para despedirlos. 17 Mientras tanto, el Señor pensaba: «¿Dejaré que Abraham
ignore lo que ahora voy a realizar, 18 siendo así que él llegará a convertirse
en una nación grande y poderosa, y que por él se bendecirán todas las naciones
de la tierra? 19 Porque yo lo he elegido para que enseñe a sus hijos, y a su
familia después de él, que se mantengan en el camino del Señor, practicando lo
que es justo y recto. Así el Señor hará por Abraham lo que ha predicho acerca
de él». 20 Luego el Señor añadió: «El clamor contra Sodoma y Gomorra es tan
grande, y su pecado tan grave,
(C.I.C 2571) Habiendo creído en Dios (cf. Gn 15, 6), marchando en su
presencia y en alianza con él (cf. Gn 17, 2), el patriarca está dispuesto a
acoger en su tienda al Huésped misterioso: es la admirable hospitalidad de
Mambré, preludio a la anunciación del verdadero Hijo de la promesa (cf. Gn 18,
1-15; Lc 1, 26-38). Desde entonces, habiéndole confiado Dios su plan, el
corazón de Abraham está en consonancia con la compasión de su Señor hacia los
hombres y se atreve a interceder por ellos con una audaz confianza (cf. Gn 18,
16-33). (C.I.C 1865) El pecado crea una facilidad
para el pecado, engendra el vicio por la repetición de actos. De ahí resultan
inclinaciones desviadas que oscurecen la conciencia y corrompen la valoración
concreta del bien y del mal. Así el pecado tiende a reproducirse y a
reforzarse, pero no puede destruir el sentido moral hasta su raíz. (C.I.C
1867) La tradición catequética recuerda también que
existen ‘pecados que claman al cielo’.
Claman al cielo: la sangre de Abel (cf. Gn 4, 10); el pecado de los sodomitas (cf.
Gn 18, 20; 19, 13); el clamor del pueblo oprimido en Egipto (cf. Ex 3, 7-10);
el lamento del extranjero, de la viuda y el huérfano (cf. Ex 22, 20-22); la
injusticia para con el asalariado (cf. Dt 24, 14-15; St 5, 4).
martes, 22 de mayo de 2012
Gn 18,10-15 ¿Acaso hay algo imposible para el Señor?
(Gn 18,10-15) ¿Acaso hay algo imposible para el Señor?
10 Entonces uno de
ellos le dijo: «Volveré a verte sin falta en el año entrante, y para ese
entonces Sara habrá tenido un hijo». Mientras tanto, Sara había estado
escuchando a la entrada de la carpa, que estaba justo detrás de él. 11 Abraham
y Sara eran ancianos de edad avanzada, y los períodos de Sara ya habían cesado.
12 Por eso, ella rió en su interior, pensando: «Con lo vieja que soy, ¿volveré
a experimentar el placer? Además, ¡mi marido es tan viejo!». 13 Pero el Señor
dijo a Abraham: «¿Por qué se ha reído Sara, pensando que no podrá dar a luz,
siendo tan vieja? 14 ¿Acaso hay algo imposible para el Señor? Cuando yo vuelva
a verte para esta época, en el año entrante, Sara habrá tenido un hijo». 15
Ella tuvo miedo, y trató de engañarlo, diciendo: «No, no me he reído». Pero él
le respondió: «Sí, te has reído».
(C.I.C 158) "La fe trata de comprender" (San Anselmo
de Canterbury, Proslogion, Proemium: Opera Omnia, v. 1, p. 94): es inherente
a la fe que el creyente desee conocer mejor a aquel en quien ha puesto su fe, y
comprender mejor lo que le ha sido revelado; un conocimiento más penetrante
suscitará a su vez una fe mayor, cada vez más encendida de amor. La gracia de
la fe abre "los ojos del corazón" (Ef 1,18) para una inteligencia
viva de los contenidos de la Revelación, es decir, del conjunto del designio de
Dios y de los misterios de la fe, de su conexión entre sí y con Cristo, centro
del Misterio revelado. Ahora bien, "para que la inteligencia de la
Revelación sea más profunda, el mismo Espíritu Santo perfecciona constantemente
la fe por medio de sus dones" (Dei
verbum, 5). Así, según el adagio de san Agustín "cree para comprender
y comprende para creer mejor" (San Agustín, Sermo 43, 7, 9: PL 38, 258). (C.I.C 276)
Fiel al testimonio de la Escritura, la Iglesia dirige con frecuencia su oración
al "Dios todopoderoso y eterno" ("omnipotens sempiterne Deus..."), creyendo firmemente que
"nada es imposible para Dios" (Lc 1,37; cf. Gn 18,14; Mt 19,26).
lunes, 21 de mayo de 2012
Gn 18,1-9 El Señor se apareció a Abraham
GÉNESIS 18
(Gn 18,1-9) El Señor se apareció a Abraham
1 El Señor se
apareció a Abraham junto al encinar de Mamré, mientras él estaba sentado a la
entrada de su carpa, a la hora de más calor. 2 Alzando los ojos, divisó a tres
hombres que estaban parados cerca de él. Apenas los vio, corrió a su encuentro
desde la entrada de la carpa y se inclinó hasta el suelo. 3 diciendo: «Señor
mío, si quieres hacerme un favor, te ruego que no pases de largo delante de tu
servidor. 4 Yo haré que les traigan un poco de agua. Lávense los pies y
descansen a la sombra del árbol. 5 Mientras tanto, iré a buscar un trozo de
pan, para que ustedes reparen sus fuerzas antes de seguir adelante. ¡Por algo
han pasado junto a su servidor!». Ellos respondieron: «Está bien. Puedes hacer
lo que dijiste». 6 Abraham fue rápidamente a la carpa donde estaba Sara y le
dijo: «¡Pronto! Toma tres medidas de la mejor harina, amásalas y prepara unas
tortas».7 Después fue corriendo hasta el corral, eligió un ternero tierno y
bien cebado, y lo entregó a su sirviente, que de inmediato se puso a
prepararlo.8 Luego tomó cuajada, leche y el ternero ya preparado, y se los
sirvió. Mientras comían, él se quedó de pie al lado de ellos, debajo del árbol.
9 Ellos le preguntaron: «¿Dónde está Sara, tu mujer?». «Ahí en la carpa», les
respondió.
(C.I.C 706) Contra toda esperanza humana, Dios promete a
Abraham una descendencia, como fruto de la fe y del poder del Espíritu Santo
(cf. Gn 18, 1-15; Lc 1, 26-38. 54-55; Jn 1, 12-13; Rm 4, 16-21). En ella serán
bendecidas todas las naciones de la tierra (cf. Gn 12, 3). Esta descendencia
será Cristo (cf. Ga 3, 16) en quien la efusión del Espíritu Santo formará
"la unidad de los hijos de Dios dispersos" (cf. Jn 11, 52).
Comprometiéndose con juramento (cf. Lc 1, 73), Dios se obliga ya al don de su
Hijo Amado (cf. Gn 22, 17-19; Rm 8, 32;Jn 3, 16) y al don del "Espíritu
Santo de la Promesa, que es prenda para redención del Pueblo de su
posesión" (Ef 1, 13-14; cf. Ga 3, 14). (C.I.C 489) A
lo largo de toda la Antigua Alianza, la misión de María fue preparada por la
misión de algunas santas mujeres. Al principio de todo está Eva: a pesar de su
desobediencia, recibe la promesa de una descendencia que será vencedora del
Maligno (cf. Gn 3, 15) y la de ser la Madre de todos los vivientes (cf. Gn 3,
20). En virtud de esta promesa, Sara concibe un hijo a pesar de su edad
avanzada (cf. Gn 18, 10-14; 21,1-2). Contra toda expectativa humana, Dios
escoge lo que era tenido por impotente y débil (cf. 1Co 1, 27) para mostrar la
fidelidad a su promesa: Ana, la madre de Samuel (cf. 1S 1), Débora, Rut, Judit,
y Ester, y muchas otras mujeres. María "sobresale entre los humildes y los
pobres del Señor, que esperan de él con confianza la salvación y la acogen.
Finalmente, con ella, la excelsa Hija de Sión, después de la larga espera de la
promesa, se cumple el plazo y se inaugura el nuevo plan de salvación" (Lumen gentium, 55).
domingo, 20 de mayo de 2012
Gn 17,1-8 Yo te daré una descendencia muy numerosa
GÉNESIS 17
(Gn 17,1-8) Yo te daré una descendencia muy numerosa
1 Cuando Abram
tenía noventa y nueve años, el Señor se le apareció y le dijo: «Yo soy el Dios
Todopoderoso. Camina en mi presencia y sé irreprochable. 2 Yo haré una alianza
contigo, y te daré una descendencia muy numerosa». 3 Abram cayó con el rostro
en tierra, mientras Dios le seguía diciendo: 4 «Esta será mi alianza contigo:
tú serás el padre de una multitud de naciones. 5 Y ya no te llamarás más Abram:
en adelante tu nombre será Abraham, para indicar que yo te he constituido padre
de una multitud de naciones. 6 Te haré extraordinariamente fecundo: de ti
suscitaré naciones, y de ti nacerán reyes. 7 Estableceré mi alianza contigo y
con tu descendencia a través de las generaciones. Mi alianza será una alianza
eterna, y así yo seré tu Dios y el de tus descendientes. 8 Yo te daré en
posesión perpetua, a ti y a tus descendientes, toda la tierra de Canaán, esa
tierra donde ahora resides como extranjero, y yo seré su Dios».
(C.I.C 1819) La esperanza
cristiana recoge y perfecciona la esperanza del pueblo elegido que tiene su
origen y su modelo en la esperanza de
Abraham en las promesas de Dios; esperanza colmada en Isaac y purificada
por la prueba del sacrificio (Gn 17, 4-8; 22, 1-18). ‘Esperando contra toda
esperanza, creyó y fue hecho padre de muchas naciones’ (Rm 4, 18). (C.I.C
39) Al defender la capacidad de la razón humana para
conocer a Dios, la Iglesia expresa su confianza en la posibilidad de hablar de
Dios a todos los hombres y con todos los hombres. Esta convicción está en la
base de su diálogo con las otras religiones, con la filosofía y las ciencias, y
también con los no creyentes y los ateos.
sábado, 19 de mayo de 2012
Gn 15,4-6 Abram creyó en el Señor
(Gn 15,4-6) Abram creyó en el Señor
4 Entonces el Señor
le dirigió esta palabra: «No, ese no será tu heredero; tu heredero será alguien
que nacerá de ti». 5 Luego lo llevó afuera y continuó diciéndole: «Mira hacia
el cielo y si puedes, cuenta las estrellas». Y añadió: «Así será tu
descendencia». 6 Abram creyó en el Señor, y el Señor se lo tuvo en cuenta para
su justificación.
(C.I.C 2570) Cuando Dios lo llama, Abraham se pone en camino "como
se lo había dicho el Señor" (Gn 12, 4): todo su corazón “se somete a la
Palabra” y obedece. La escucha del corazón a Dios que llama es esencial a la
oración, las palabras tienen un valor relativo. Por eso, la oración de Abraham
se expresa primeramente con hechos: hombre de silencio, en cada etapa construye
un altar al Señor. Solamente más tarde aparece su primera oración con palabras:
una queja velada recordando a Dios sus promesas que no parecen cumplirse (cf.
Gn 15, 2-3). De este modo surge desde los comienzos uno de los aspectos de la
tensión dramática de la oración: la prueba de la fe en Dios que es fiel. (C.I.C
2571) Habiendo creído en Dios (cf. Gn 15, 6), marchando en su presencia y en
alianza con él (cf. Gn 17, 2), el patriarca está dispuesto a acoger en su
tienda al Huésped misterioso: es la admirable hospitalidad de Mambré, preludio
a la anunciación del verdadero Hijo de la promesa (cf. Gn 18, 1-15; Lc 1,
26-38). Desde entonces, habiéndole confiado Dios su plan, el corazón de Abraham
está en consonancia con la compasión de su Señor hacia los hombres y se atreve
a interceder por ellos con una audaz confianza (cf. Gn 18, 16-33).
viernes, 18 de mayo de 2012
Gn 15,1-3 No temas, Abram. Yo soy para ti un escudo
GÉNESIS 15
(Gn 15,1-3) No temas, Abram. Yo soy para ti un escudo
1 Después de estos
acontecimientos, la palabra del Señor llegó a Abram en una visión, en estos
términos: «No temas, Abram. Yo soy para ti un escudo. Tu recompensa será muy
grande». 2 «Señor, respondió Abram, ¿para qué me darás algo, si yo sigo sin
tener hijos, y el heredero de mi casa será Eliezer de Damasco?». 3 Después
añadió: «Tú no me has dado un descendiente, y un servidor de mi casa será mi
heredero».
(C.I.C 752) En el lenguaje cristiano, la palabra "Iglesia"
designa no sólo la asamblea litúrgica (cf. 1Co 11, 18; 14, 19. 28. 34. 35),
sino también la comunidad local (cf. 1Co 1, 2; 16, 1) o toda la comunidad
universal de los creyentes (cf. 1Co 15, 9; Ga 1, 13; Flp 3, 6). Estas tres
significaciones son inseparables de hecho. La "Iglesia" es el pueblo
que Dios reúne en el mundo entero. La Iglesia de Dios existe en las comunidades
locales y se realiza como asamblea litúrgica, sobre todo eucarística. La
Iglesia vive de la Palabra y del Cuerpo de Cristo y de esta manera viene a ser
ella misma Cuerpo de Cristo. (C.I.C 2374) Grande es el sufrimiento de los
esposos que se descubren estériles. Abraham pregunta a Dios: ‘¿Qué me vas a
dar, si me voy sin hijos...?’ (Gn 15, 2). Y Raquel dice a su marido Jacob:
‘Dame hijos, o si no me muero’ (Gn 30, 1). (C.I.C 146)
Abraham realiza así la definición de la fe dada por la carta a los Hebreos:
"La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no
se ven" (Hb 11,1). "Creyó Abraham en Dios y le fue reputado como
justicia" (Rom 4,3; cf. Gn 15,6). Y por eso, fortalecido por su fe, Abraham
fu echo "padre de todos los creyentes" (Rom 4,11.18; cf. Gn 15,15).
jueves, 17 de mayo de 2012
Gn 14,16-18 Melquisedec hizo traer pan y vino
GÉNESIS 14
(Gn 14,16-18) Melquisedec hizo traer pan y vino
16 Así Abram
recuperó todos los bienes, lo mismo que a su pariente Lot con su hacienda, las
mujeres y la gente. 17 Cuando Abram volvía de derrotar a Quedorlaomer y a los
reyes que lo acompañaban, el rey de Sodoma salió a saludarlo en el valle de
Savé, o sea el valle del Rey. 18 Y Melquisedec, rey de Salem, que era sacerdote
de Dios, el Altísimo, hizo traer pan y vino,
(C.I.C 1333) En el corazón de la celebración
de la Eucaristía se encuentran el pan y el vino que, por las palabras de Cristo
y por la invocación del Espíritu Santo, se convierten en el Cuerpo y la Sangre
de Cristo. Fiel a la orden del Señor, la Iglesia continúa haciendo, en memoria
de El, hasta su retorno glorioso, lo que él hizo la víspera de su pasión:
"Tomó pan...", "tomó el cáliz lleno de vino...". Al
convertirse misteriosamente en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, los signos del
pan y del vino siguen significando también la bondad de la creación. Así, en el
ofertorio, damos gracias al Creador por el pan y el vino (cf. Sal 104,13-15),
fruto "del trabajo del hombre", pero antes, "fruto de la
tierra" y "de la vid", dones del Creador. La Iglesia ve en en el
gesto de Melquisedec, rey y sacerdote, que "ofreció pan y vino" (Gn
14,18) una prefiguración de su propia ofrenda (cf. Plegaría Eucarística I o Canon Romano, 95; Misal Romano). (C.I.C 1544) Todas
las prefiguraciones del sacerdocio de la Antigua Alianza encuentran su
cumplimiento en Cristo Jesús, "único […] mediador entre Dios y los
hombres" (1Tm 2,5). Melquisedec, "sacerdote del Altísimo" (Gn
14,18), es considerado por la Tradición cristiana como una prefiguración del
sacerdocio de Cristo, único "Sumo Sacerdote según el orden de
Melquisedec" (Hb 5,10; 6,20), "santo, inocente, inmaculado" (Hb
7,26), que, "mediante una sola oblación ha llevado a la perfección para
siempre a los santificados" (Hb 10,14), es decir, mediante el único sacrificio
de su Cruz.
miércoles, 16 de mayo de 2012
Gn 13,8 No quiero altercados porque somos hermanos
GÉNESIS 13
(Gn 13,8) No quiero altercados porque somos hermanos
8 Abram dijo a Lot: «No quiero que haya altercados entre
nosotros dos, ni tampoco entre sus pastores y los míos, porque somos hermanos.
(C.I.C 500) A esto se objeta a veces que la Escritura menciona unos
hermanos y hermanas de Jesús (cf. Mc 3, 31-55; 6, 3; 1Co 9, 5; Ga 1, 19). La
Iglesia siempre ha entendido estos pasajes como no referidos a otros hijos de
la Virgen María; en efecto, Santiago y José "hermanos de Jesús" (Mt
13, 55) son los hijos de una María discípula de Cristo (cf. Mt 27, 56) que se
designa de manera significativa como "la otra María" (Mt 28, 1). Se
trata de parientes próximos de Jesús, según una expresión conocida del Antiguo
Testamento (cf. Gn 13, 8; 14, 16; 29, 15; etc.).
martes, 15 de mayo de 2012
Gn 12,1-4 Yo haré de ti una gran nación y te bendeciré
GÉNESIS 12
(Gn 12,1-4) Yo haré de ti una gran nación y te bendeciré
1 El Señor dijo a
Abram: «Deja tu tierra natal y la casa de tu padre, y ve al país que yo te
mostraré. 2 Yo haré de ti una gran nación y te bendeciré; engrandeceré tu
nombre y serás una bendición. 3 Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré al
que te maldiga, y por ti se bendecirán todos los pueblos de la tierra». 4 Abram
partió, como el Señor se lo había ordenado, y Lot se fue con él. Cuando salió
de Jarán, Abram tenía setenta y cinco años.
(C.I.C 59) Para reunir a la
humanidad dispersa, Dios elige a Abraham llamándolo "fuera de su tierra,
de su patria y de su casa" (Gn 12,1), para hacer de él
"Abraham", es decir, "el padre de una multitud de naciones"
(Gn 17,5): "En ti serán benditas todas las naciones de la tierra" (Gn
12,3; cf. Gal 3,8). (C.I.C 145) La carta a los Hebreos, en el gran elogio de la fe de
los antepasados insiste particularmente en la fe de Abraham: "Por la fe,
Abraham obedeció y salió para el lugar que había de recibir en herencia, y
salió sin saber a dónde iba" (Hb 11,8; cf. Gn 12,1-4). Por la fe, vivió
como extranjero y peregrino en la Tierra prometida (cf. Gn 23,4). Por la fe, a
Sara se otorgó el concebir al hijo de la promesa. Por la fe, finalmente,
Abraham ofreció a su hijo único en sacrificio (cf. Hb 11,17).
lunes, 14 de mayo de 2012
Gn 11,1-9 El Señor los dispersó de aquel lugar
GÉNESIS 11
(Gn 11,1-9) El Señor los dispersó de aquel lugar
1 Todo el mundo hablaba una misma lengua y empleaba las
mismas palabras. 2 Y cuando los hombres emigraron desde Oriente, encontraron
una llanura en la región de Senaar y se establecieron allí. 3 Entonces se
dijeron unos a otros: «¡Vamos! Fabriquemos ladrillos y pongámolos a cocer al
fuego». Y usaron ladrillos en lugar de piedra, y el asfalto les sirvió de
mezcla. 4 Después dijeron: «Edifiquemos una ciudad, y también una torre cuya
cúspide llegue hasta el cielo, para perpetuar nuestro nombre y no dispersarnos
por toda la tierra». 5 Pero el Señor bajó a ver la ciudad y la torre que los
hombres estaban construyendo, 6 y dijo: «Si esta es la primera obra que
realizan, nada de lo que se propongan hacer les resultará imposible, mientras
formen un solo pueblo y todos hablen la misma lengua. 7 Bajemos entonces, y una
vez allí, confundamos su lengua, para que ya no se entiendan unos a otros». 8
Así el Señor los dispersó de aquel lugar, diseminándolos por toda la tierra, y
ellos dejaron de construir la ciudad. 9 Por eso se llamó Babel allí, en efecto,
el Señor confundió la lengua de los hombres y los dispersó por toda la tierra.
(C.I.C 58) La alianza con Noé permanece en vigor mientras
dura el tiempo de las naciones (cf. Lc 21,24), hasta la proclamación universal
del Evangelio. La Biblia venera algunas grandes figuras de las
"naciones", como "Abel el justo", el rey-sacerdote
Melquisedec (cf. Gn 14,18), figura de Cristo (cf. Hb 7,3), o los justos
"Noé, Daniel y Job" (Ez 14,14). De esta manera, la Escritura expresa
qué altura de santidad pueden alcanzar los que viven según la alianza de Noé en
la espera de que Cristo "reúna en uno a todos los hijos de Dios
dispersos" (Jn 11,52). (C.I.C 59) Para reunir a la humanidad dispersa,
Dios elige a Abraham llamándolo "fuera de su tierra, de su patria y de su
casa" (Gn 12,1), para hacer de él "Abraham", es decir, "el
padre de una multitud de naciones" (Gn 17,5): "En ti serán benditas
todas las naciones de la tierra" (Gn 12,3; cf. Gal 3,8). (C.I.C 60) El
pueblo nacido de Abraham será el depositario de la promesa hecha a los
patriarcas, el pueblo de la elección (cf. Rom 11,28), llamado a preparar la
reunión un día de todos los hijos de Dios en la unidad de la Iglesia (cf. Jn
11,52; 10, 16); ese pueblo será la raíz en la que serán injertados los paganos
hechos creyentes (cf. Rom 11,17-18. 24).
domingo, 13 de mayo de 2012
Gn 10,1… 32 Estos fueron los clanes de los hijos de Noé
GÉNESIS 10
(Gn 10,1… 32) Estos fueron los clanes de los hijos de Noé
1 Los descendientes de los tres hijos de Noé, Sem, Cam y
Jafet –que tuvieron hijos después del Diluvio– fueron los siguientes: … 32
Estos fueron los clanes de los hijos de Noé, según sus orígenes y
nacionalidades. A partir de ellos, las naciones se expandieron sobre la tierra
después del Diluvio.
(C.I.C 56) Una vez rota la unidad del género humano por el
pecado, Dios decide desde el comienzo salvar a la humanidad a través de una
serie de etapas. La Alianza con Noé después del diluvio (cf. Gn 9, 9) expresa
el principio de la Economía divina con las "naciones", es decir con
los hombres agrupados "según sus países, cada uno según su lengua, y según
sus clanes" (Gn 10, 5; cf. 10, 20-31).
sábado, 12 de mayo de 2012
Gn 9,8-17 Yo establezco mi alianza con ustedes
(Gn 9,8-17) Yo establezco mi alianza con ustedes
8 Y Dios siguió diciendo a Noé y a sus hijos: 9 «Además,
yo establezco mi alianza con ustedes, con sus descendientes, 10 y con todos los
seres vivientes que están con ustedes: con los pájaros, el ganado y las fieras
salvajes; con todos los animales que salieron del arca, en una palabra, con
todos los seres vivientes que hay en la tierra. 11 Yo estableceré mi alianza
con ustedes: los mortales ya no volverán a ser exterminados por las aguas del
Diluvio, ni habrá otro Diluvio para devastar la tierra». El arco iris, signo de
la alianza 12 Dios añadió: «Este será el signo de la alianza que establezco con
ustedes, y con todos los seres vivientes que los acompañan, para todos los
tiempos futuros: 13 yo pongo mi arco en las nubes, como un signo de mi alianza
con la tierra. 14 Cuando cubra de nubes la tierra y aparezca mi arco entre
ellas, 15 me acordaré de mi alianza con ustedes y con todos los seres
vivientes, y no volverán a precipitarse las aguas del Diluvio para destruir a
los mortales. 16 Al aparecer mi arco en las nubes, yo lo veré y me acordaré de
mi alianza eterna con todos los seres vivientes que hay sobre la tierra. 17
Este, dijo Dios a Noé, es el signo de la alianza que establecí con todos los
mortales».
(C.I.C 56) Una vez rota la unidad del género humano por el
pecado, Dios decide desde el comienzo salvar a la humanidad a través de una
serie de etapas. La Alianza con Noé después del diluvio (cf. Gn 9, 9) expresa
el principio de la Economía divina con las "naciones", es decir con
los hombres agrupados "según sus países, cada uno según su lengua, y según
sus clanes" (Gn 10, 5; cf. 10, 20-31). (C.I.C 57) Este orden a la vez
cósmico, social y religioso de la pluralidad de las naciones (cf. Hch
17,26-27), está destinado a limitar el orgullo de una humanidad caída que,
unánime en su perversidad (cf. Sb 10,5), quisiera hacer por sí misma su unidad
a la manera de Babel (cf. Gn 11,4-6). Pero, a causa del pecado (cf. Rom
1,18-25), el politeísmo, así como la idolatría de la nación y de su jefe son
una amenaza constante de vuelta al paganismo para esta economía aún no
definitiva. (C.I.C 58) La alianza con Noé permanece en vigor mientras dura el
tiempo de las naciones (cf. Lc 21,24), hasta la proclamación universal del Evangelio.
La Biblia venera algunas grandes figuras de las "naciones", como
"Abel el justo", el rey-sacerdote Melquisedec (cf. Gn 14,18), figura
de Cristo (cf. Hb 7,3), o los justos "Noé, Daniel y Job" (Ez 14,14).
De esta manera, la Escritura expresa qué altura de santidad pueden alcanzar los
que viven según la alianza de Noé en la espera de que Cristo "reúna en uno
a todos los hijos de Dios dispersos" (Jn 11,52).
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