jueves, 23 de julio de 2015
485. ¿Qué exige la ley moral en caso de guerra?
(Compendio 485) La ley moral permanece siempre válida,
aún en caso de guerra. Exige que sean tratados con humanidad los no
combatientes, los soldados heridos y los prisioneros. Las acciones
deliberadamente contrarias al derecho de gentes, como también las disposiciones
que las ordenan, son crímenes que la obediencia ciega no basta para excusar. Se
deben condenar las destrucciones masivas así como el exterminio de un pueblo o
de una minoría étnica, que son pecados gravísimos; y hay obligación moral de
oponerse a la voluntad de quienes los ordenan.
Resumen
(C.I.C 2328) La Iglesia y la razón humana afirman la validez
permanente de la ley moral durante los conflictos armados. Las prácticas
deliberadamente contrarias al derecho de gentes y a sus principios universales
son crímenes.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 2313) Es preciso respetar y tratar con humanidad a
los no combatientes, a los soldados heridos y a los prisioneros. Las acciones
deliberadamente contrarias al derecho de gentes y a sus principios universales,
como asimismo las disposiciones que las ordenan, son crímenes. Una obediencia
ciega no basta para excusar a los que se someten a ella. Así, el exterminio de
un pueblo, de una nación o de una minoría étnica debe ser condenado como un
pecado mortal. Existe la obligación moral de desobedecer aquellas decisiones
que ordenan genocidios. (C.I.C 2314) ‘Toda acción bélica que tiende
indiscriminadamente a la destrucción de ciudades enteras o de amplias regiones
con sus habitantes, es un crimen contra Dios y contra el hombre mismo, que hay
que condenar con firmeza y sin vacilaciones’ (Gaudium et spes, 80). Un riesgo de la guerra moderna consiste en
facilitar a los que poseen armas científicas, especialmente atómicas,
biológicas o químicas, la ocasión de cometer semejantes crímenes.
Para la reflexión
(C.I.C 2312) La Iglesia y la razón humana declaran la
validez permanente de la ley moral
durante los conflictos armados. ‘Una vez estallada desgraciadamente la
guerra, no todo es lícito entre los contendientes’ (Gaudium et spes, 79).
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