martes, 14 de julio de 2015
476. ¿Se permiten el trasplante y la donación de órganos antes y después de la muerte?
(Compendio 476) El trasplante de órganos es moralmente
aceptable con el consentimiento del donante y sin riesgos excesivos para él.
Para el noble acto de la donación de órganos después de la muerte, hay que
contar con la plena certeza de la muerte real del donante.
Resumen
(C.I.C 2319) Toda vida humana, desde el momento de la
concepción hasta la muerte, es sagrada, pues la persona humana ha sido amada
por sí misma a imagen y semejanza del Dios vivo y santo.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 2296) El trasplante
de órganos es conforme a la ley moral si los daños y los riesgos físicos o
psíquicos que padece el donante son proporcionados al bien que se busca en el
destinatario. La donación de órganos después de la muerte es un acto noble y meritorio,
que debe ser alentado como manifestación de solidaridad generosa. Es moralmente
inadmisible si el donante o sus representantes no han dado su explícito consentimiento.
Ademas no se puede admitir moralmente la mutilación que deja inválido, o provocar
directamente la muerte aunque se haga para retrasar la muerte de otras personas.
Para la reflexión
(C.I.C 159) Fe y ciencia. "A pesar de que la fe esté por encima de la
razón, jamás puede haber contradicción entre ellas. Puesto que el mismo Dios
que revela los misterios e infunde la fe otorga al espíritu humano la luz de la
razón, Dios no puede negarse a sí mismo ni lo verdadero contradecir jamás a lo
verdadero" (Concilio Vaticano I: DS 3017). "Por eso, la investigación
metódica en todas las disciplinas, si se procede de un modo realmente
científico y según las normas morales, nuca estará realmente en oposición con
la fe, porque las realidades profanas y las realidades de fe tienen su origen
en el mismo Dios. Más aún, quien con espíritu humilde y ánimo constante se
esfuerza por escrutar lo escondido de las cosas, aun sin saberlo, está como
guiado por la mano de Dios, que, sosteniendo todas las cosas, hace que sean lo
que son" (Gaudium et spes, 36,2).
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