miércoles, 15 de julio de 2015
477. ¿Qué prácticas son contrarias al respeto a la integridad corporal de la persona humana?
(Compendio 477) Prácticas contrarias al respeto a la
integridad corporal de la persona humana son las siguientes: los secuestros de
personas y la toma de rehenes, el terrorismo, la tortura, la violencia y la
esterilización directa. Las amputaciones y mutilaciones de una persona están
moralmente permitidas sólo por los indispensables fines terapéuticos de las
mismas.
Resumen
(C.I.C 2319) Toda vida humana, desde el momento de la
concepción hasta la muerte, es sagrada, pues la persona humana ha sido amada
por sí misma a imagen y semejanza del Dios vivo y santo.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 2297) Los secuestros
y el tomar rehenes hacen que impere el terror y, mediante la amenaza,
ejercen intolerables presiones sobre las víctimas. Son moralmente ilegítimos.
El terrorismo, que amenaza, hiere y
mata sin discriminación es gravemente contrario a la justicia y a la caridad.
La tortura, que usa de violencia
física o moral, para arrancar confesiones, para castigar a los culpables,
intimidar a los que se oponen, satisfacer el odio, es contraria al respeto de
la persona y de la dignidad humana. Exceptuados los casos de prescripciones
médicas de orden estrictamente terapéutico, las
amputaciones, mutilaciones o esterilizaciones directamente voluntarias de
personas inocentes son contrarias a la ley moral (cf. Casti connubii: DS 3722-3723).
Para la reflexión
(C.I.C 2298) En tiempos pasados, se recurrió de modo
ordinario a prácticas crueles por parte de autoridades legítimas para mantener
la ley y el orden, con frecuencia sin protesta de los pastores de la Iglesia,
que incluso adoptaron, en sus propios tribunales las prescripciones del derecho
romano sobre la tortura. Junto a estos hechos lamentables, la Iglesia ha
enseñado siempre el deber de clemencia y misericordia; prohibió a los clérigos
derramar sangre. En tiempos recientes se ha hecho evidente que estas prácticas
crueles no eran ni necesarias para el orden público ni conformes a los derechos
legítimos de la persona humana. Al contrario, estas prácticas conducen a las
peores degradaciones. Es preciso esforzarse por su abolición, y orar por las
víctimas y sus verdugos.
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