sábado, 25 de octubre de 2014
291. ¿Qué se requiere para recibir la sagrada Comunión? (Primera parte)
(Compendio 291) Para recibir la sagrada
Comunión se debe estar plenamente incorporado a la Iglesia Católica y hallarse
en gracia de Dios, es decir sin conciencia de pecado mortal. Quien es
consciente de haber cometido un pecado grave debe recibir el sacramento de la
Reconciliación antes de acercarse a comulgar. Son también importantes el
espíritu de recogimiento y de oración, la observancia del ayuno prescrito por
la Iglesia y la actitud corporal (gestos, vestimenta), en señal de respeto a
Cristo.
Resumen
(C.I.C 1415) El que quiere
recibir a Cristo en la Comunión eucarística debe hallarse en estado de gracia.
Si uno tiene conciencia de haber pecado mortalmente no debe acercarse a la
Eucaristía sin haber recibido previamente la absolución en el sacramento de la
Penitencia.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 1384) El
Señor nos dirige una invitación urgente a recibirle en el sacramento de la
Eucaristía: "En verdad en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo
del hombre, y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros" (Jn
6,53). (C.I.C 1385) Para responder a esta
invitación, debemos prepararnos para
este momento tan grande y santo. San Pablo exhorta a un examen de conciencia:
"Quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del
Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual, y coma entonces
del pan y beba del cáliz. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come
y bebe su propio castigo" (1Co 11,27-29). Quien tiene conciencia de estar
en pecado grave debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de
acercarse a comulgar.
Para la reflexión
(C.I.C 1386) Ante la
grandeza de este sacramento, el fiel sólo puede repetir humildemente y con fe
ardiente las palabras del Centurión (cf. Mt 8,8): "Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya
bastará para sanarme" (Ritual de
la Comunión, 133, Misal Romano).
En la Liturgia de San Juan Crisóstomo, los fieles oran con el mismo espíritu: “A
tomar parte en tu cena sacramental invitáme hoy, Hijo de Dios: no revelaré a
tus enemigos el misterio, no te daré el beso de Judas; antes como el ladrón te
reconozco y te suplico: ¡Acuérdate de mí, Señor, en tu Reino!” (Liturgia Bizantina. Anaphora Iohannis
Chrysostomi: PG 63, 920). (Continua)
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