lunes, 13 de octubre de 2014
281. ¿De qué modo la Iglesia participa del Sacrificio eucarístico? (Segunda parte - continuación)
(Compendio 281 - repetición) En la Eucaristía, el sacrificio de Cristo se
hace también sacrificio de los miembros de su Cuerpo. La vida de los fieles, su
alabanza, su sufrimiento, su oración y su trabajo se unen a los de Cristo. En
cuanto sacrificio, la Eucaristía se ofrece también por todos los fieles, vivos
y difuntos, en reparación de los pecados de todos los hombres y para obtener de
Dios beneficios espirituales y temporales. También la Iglesia del cielo está
unida a la ofrenda de Cristo.
Resumen
(C.I.C 1414) En
cuanto sacrificio, la Eucaristía es ofrecida también en reparación de los
pecados de los vivos y los difuntos, y para obtener de Dios beneficios
espirituales o temporales.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 1371) El sacrificio eucarístico es
también ofrecido por los fieles difuntos
"que han muerto en Cristo y todavía no están plenamente purificados"
(Concilio de Trento: DS 1743), para que puedan entrar en la luz y la paz de
Cristo: “Enterrad […] este cuerpo en cualquier parte; no os preocupe más su
cuidado; solamente os ruego que, dondequiera que os hallareis, os acordéis de
mi ante el altar del Señor” (San Agustín, Confessiones,
9, 11, 27: PL 32, 775; palabras de santa Mónica, antes de su muerte, dirigidas a
San Agustín y su hermano). “A continuación oramos (en la anáfora) por los
santos padres y obispos difuntos, y en general por todos los que han muerto
antes que nosotros, creyendo que será de gran provecho para las almas, en favor
de las cuales es ofrecida la súplica, mientras se halla presente la santa y adorable
víctima [...] Presentando a Dios nuestras súplicas por los que han muerto,
aunque fuesen pecadores [...], presentamos a Cristo inmolado por nuestros
pecados, haciendo propicio para ellos y para nosotros al Dios amigo de los
hombres” (San Cirilo de Jerusalén, Catecheses
mistagogicae 5, 9.10: PG 30, 1116-1117).
Para la reflexión
(C.I.C 1370) A la ofrenda de Cristo se unen no
sólo los miembros que están todavía aquí abajo, sino también los que están ya en la gloria del cielo: La Iglesia
ofrece el Sacrificio Eucarístico en comunión con la santísima Virgen María y
haciendo memoria de ella así como de todos los santos y santas. En la
Eucaristía, la Iglesia, con María, está como al pie de la cruz, unida a la
ofrenda y a la intercesión de Cristo. (C.I.C 1372) San Agustín ha resumido
admirablemente esta doctrina que nos impulsa a una participación cada vez más
completa en el sacrificio de nuestro Redentor que celebramos en la Eucaristía: “Esta
ciudad plenamente rescatada, es decir, la asamblea y la sociedad de los santos,
es ofrecida a Dios como un sacrificio universal […] por el Sumo Sacerdote que,
bajo la forma de esclavo, llegó a ofrecerse por nosotros en su pasión, para
hacer de nosotros el cuerpo de una tan gran Cabeza [...] Tal es el sacrificio
de los cristianos: ‘siendo muchos, no formamos más que un sólo cuerpo en
Cristo’ (Rm 12,5). Y este sacrificio, la Iglesia no cesa de reproducirlo en el
Sacramento del altar bien conocido de los fieles, donde se muestra que en lo
que ella ofrece se ofrece a sí misma” (San Agustín, De civitate Dei, 10, 6: PL 41, 284). [Fin]
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