viernes, 10 de octubre de 2014
280. ¿En qué sentido la Eucaristía es memorial del sacrificio de Cristo? (Primera parte)
(Compendio 280) La Eucaristía es memorial
del sacrificio de Cristo, en el sentido de que hace presente y actual el
sacrificio que Cristo ha ofrecido al Padre, una vez por todas, sobre la Cruz en
favor de la humanidad. El carácter sacrificial de la Eucaristía se manifiesta
en las mismas palabras de la institución: «Esto es mi Cuerpo que se entrega por
vosotros» y «Este cáliz es la nueva alianza en mi Sangre que se derrama por
vosotros» (Lc 22, 19-20). El sacrificio de la Cruz y el sacrificio de la
Eucaristía son un único sacrificio. Son idénticas la víctima y el oferente, y
sólo es distinto el modo de ofrecerse: de manera cruenta en la cruz, incruenta
en la Eucaristía.
Resumen
(C.I.C 1362) La Eucaristía es el memorial de
la Pascua de Cristo, la actualización y la ofrenda sacramental de su único
sacrificio, en la liturgia de la Iglesia que es su Cuerpo. En todas las
plegarias eucarísticas encontramos, tras las palabras de la institución, una
oración llamada anámnesis o memorial.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 1103) La Anamnesis. La celebración litúrgica
se refiere siempre a las intervenciones salvíficas de Dios en la historia.
"El plan de la revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamente
ligadas; [...] las palabras proclaman las obras y explican su misterio" (Dei Verbum,
2). En la liturgia de la Palabra, el Espíritu Santo "recuerda" a la
Asamblea todo lo que Cristo ha hecho por nosotros. Según la naturaleza de las
acciones litúrgicas y las tradiciones rituales de las Iglesias, una celebración
"hace memoria" de las maravillas de Dios en una Anámnesis más o menos
desarrollada. El Espíritu Santo, que despierta así la memoria de la Iglesia,
suscita entonces la acción de gracias y la alabanza (Doxología). (C.I.C 1363) En el sentido empleado por la
Sagrada Escritura, el memorial no es
solamente el recuerdo de los acontecimientos del pasado, sino la proclamación
de las maravillas que Dios ha realizado en favor de los hombres (cf. Ex 13,3).
En la celebración litúrgica, estos acontecimientos se hacen, en cierta forma,
presentes y actuales. De esta manera Israel entiende su liberación de Egipto:
cada vez que es celebrada la pascua, los acontecimientos del Exodo se hacen
presentes a la memoria de los creyentes a fin de que conformen su vida a estos
acontecimientos.
Para la reflexión
(C.I.C 1085) En la liturgia
de la Iglesia, Cristo significa y realiza principalmente su misterio pascual.
Durante su vida terrestre Jesús anunciaba con su enseñanza y anticipaba con sus
actos el misterio pascual. Cuando llegó su hora (cf Jn 13,1; 17,1), vivió el
único acontecimiento de la historia que no pasa: Jesús muere, es sepultado,
resucita de entre los muertos y se sienta a la derecha del Padre "una vez
por todas" (Rm 6,10; Hb 7,27; 9,12). Es un acontecimiento real, sucedido
en nuestra historia, pero absolutamente singular: todos los demás
acontecimientos suceden una vez, y luego pasan y son absorbidos por el pasado.
El misterio pascual de Cristo, por el contrario, no puede permanecer solamente
en el pasado, pues por su muerte destruyó a la muerte, y todo lo que Cristo es
y todo lo que hizo y padeció por los hombres participa de la eternidad divina y
domina así todos los tiempos y en ellos se mantiene permanentemente presente.
El acontecimiento de la Cruz y de la Resurrección permanece y atrae todo hacia la Vida. (C.I.C 1364) El
memorial recibe un sentido nuevo en el Nuevo Testamento. Cuando la Iglesia
celebra la Eucaristía, hace memoria de la Pascua de Cristo y esta se hace
presente: el sacrificio que Cristo ofreció de una vez para siempre en la cruz,
permanece siempre actual (cf. Hb 7,25-27): "Cuantas veces se renueva en el
altar el sacrificio de la cruz, en el que Cristo, nuestra Pascua, fue inmolado,
se realiza la obra de nuestra redención" (Lumen gentium, 3). (Continua)
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