martes, 14 de octubre de 2014
282. ¿Cómo está Jesucristo presente en la Eucaristía?
(Compendio 282) Jesucristo está presente en
la Eucaristía de modo único e incomparable. Está presente, en efecto, de modo
verdadero, real y sustancial: con su Cuerpo y con su Sangre, con su Alma y su
Divinidad. Cristo, todo entero, Dios y hombre, está presente en ella de manera
sacramental, es decir, bajo las especies eucarísticas del pan y del vino.
Resumen
(C.I.C 1413) Por la
consagración se realiza la transubstanciación del pan y del vino en el Cuerpo y
la Sangre de Cristo. Bajo las especies consagradas del pan y del vino, Cristo
mismo, vivo y glorioso, está presente de manera verdadera, real y substancial,
con su Cuerpo, su Sangre, su alma y su divinidad (cf. Concilio de Trento: DS
1640; 1651).
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 1373) "Cristo Jesús que murió,
resucitó, que está a la derecha de Dios e intercede por nosotros" (Rm
8,34), está presente de múltiples maneras en su Iglesia (cf. Lumen gentium, 48): en su Palabra, en la
oración de su Iglesia, "allí donde dos o tres estén reunidos en mi
nombre" (Mt 18,20), en los pobres, los enfermos, los presos (Mt 25,31-46),
en los sacramentos de los que Él es autor, en el sacrificio de la misa y en la
persona del ministro. Pero, "sobre
todo [está presente], bajo las
especies eucarísticas" (Sacrosanctum
Concilium, 7). (C.I.C 1374) El modo de presencia de Cristo bajo las
especies eucarísticas es singular. Eleva la eucaristía por encima de todos los
sacramentos y hace de ella "como la perfección de la vida espiritual y el
fin al que tienden todos los sacramentos" (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 3, 73, 3). En el
santísimo sacramento de la Eucaristía están "contenidos verdadera, real y substancialmente el
Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor
Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo
entero" (Cf. Concilio de Trento: DS 1651). "Esta presencia se
denomina ‘real’, no a título exclusivo, como si las otras presencias no fuesen ‘reales’,
sino por excelencia, porque es substancial,
y por ella Cristo, Dios y hombre, se hace presente total e íntegralmente "
(Pablo VI, Mysterium fidei).
Para la reflexión
(C.I.C 1375) Mediante la conversión del pan y del vino en su Cuerpo y Sangre, Cristo se hace
presente en este sacramento. Los Padres de la Iglesia afirmaron con fuerza la
fe de la Iglesia en la eficacia de la Palabra de Cristo y de la acción del
Espíritu Santo para obrar esta conversión. Así, San Juan Crisóstomo declara
que: “No es el hombre quien hace que las cosas ofrecidas se conviertan en
Cuerpo y Sangre de Cristo, sino Cristo mismo que fue crucificado por nosotros.
El sacerdote, figura de Cristo, pronuncia estas palabras, pero su eficacia y su
gracia provienen de Dios. Esto es mi
Cuerpo, dice. Esta palabra transforma las cosas ofrecidas” (San Juan
Crisóstomo, De proditione Judae homilia
1, 6: PG 49, 380). Y San Ambrosio dice respecto a esta conversión: “Estemos
bien persuadidos de que esto no es lo que la naturaleza ha producido, sino lo
que la bendición ha consagrado, y de que la fuerza de la bendición supera a la
de la naturaleza, porque por la bendición la naturaleza misma resulta cambiada”
(San Ambrosio, De mysteriis 9, 50: PL 16, 405). “La palabra de Cristo, que
pudo hacer de la nada lo que no existía, ¿no podría cambiar las cosas
existentes en lo que no eran todavía? Porque no es menos dar a las cosas su
naturaleza primera que cambiársela” (Ibid.,
9, 52: PL 16, 407).
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