jueves, 16 de octubre de 2014
284. La fracción del pan, ¿divide a Cristo?
(Compendio 284) La fracción del pan no
divide a Cristo: Él está presente todo e íntegro en cada especie eucarística y
en cada una de sus partes.
Resumen
(C.I.C 1377) La presencia eucarística de
Cristo comienza en el momento de la consagración y dura todo el tiempo que
subsistan las especies eucarísticas. Cristo está todo entero presente en cada
una de las especies y todo entero en cada una de sus partes, de modo que la
fracción del pan no divide a Cristo (Cf. Concilio de Trento: DS 1641).
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 2691) La iglesia, casa de Dios, es el
lugar propio de la oración litúrgica de la comunidad parroquial. Es también el
lugar privilegiado para la adoración de la presencia real de Cristo en el
Santísimo Sacramento. La elección de un lugar favorable no es indiferente para
la verdad de la oración: — para la oración personal, el lugar favorable puede
ser un "rincón de oración", con las Sagradas Escrituras e imágenes,
para estar " en lo secreto" ante nuestro Padre (cf. Mt 6, 6). En una
familia cristiana este tipo de pequeño oratorio favorece la oración en común. —
en las regiones en que existen monasterios, una vocación de estas comunidades
es favorecer la participación de los fieles en la Oración de las Horas y
permitir la soledad necesaria para una oració n personal más intensa (cf. Perfectae caritatis, 7). — las
peregrinaciones evocan nuestro caminar por la tierra hacia el cielo. Son
tradicionalmente tiempos fuertes de renovación de la oración. Los santuarios
son, para los peregrinos en busca de fuentes vivas, lugares excepcionales para
vivir "con la Iglesia" las formas de la oración cristiana. (C.I.C 2628)
La adoración es la primera actitud
del hombre que se reconoce criatura ante su Creador. Exalta la grandeza del
Señor que nos ha hecho (cf. Sal 95, 1-6) y la omnipotencia del Salvador que nos
libera del mal. Es la acción de humillar el espíritu ante el "Rey de la
gloria" (Sal 14, 9-10) y el silencio respetuoso en presencia de Dios
"siempre […] mayor" (San Agustín, Enarratio
in Psalmum 62, 16: PL 36, 758). La adoración de Dios tres veces santo y
soberanamente amable nos llena de humildad y da seguridad a nuestras súplicas.
Para la reflexión
(C.I.C 2096) La adoración es el primer acto de
la virtud de la religión. Adorar a Dios es reconocerle como Dios, como Creador
y Salvador, Señor y Dueño de todo lo que existe, como Amor infinito y
misericordioso. ‘Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto’ (Lc 4, 8),
dice Jesús citando el Deuteronomio (6, 13). (C.I.C 2097) Adorar a Dios es
reconocer, con respeto y sumisión absolutos, la ‘nada de la criatura’, que sólo
existe por Dios. Adorar a Dios es alabarlo, exaltarle y humillarse a sí mismo,
como hace María en el Magnificat, confesando con gratitud que El ha hecho
grandes cosas y que su nombre es santo (Cf. Lc 1, 46-49). La adoración del Dios
único libera al hombre del repliegue sobre sí mismo, de la esclavitud del
pecado y de la idolatría del mundo.
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