viernes, 19 de septiembre de 2014
266. ¿Por qué se llama Confirmación o Crismación?
(Compendio 266) Se llama Confirmación,
porque confirma y refuerza la gracia bautismal. Se llama Crismación, puesto que
un rito esencial de este sacramento es la unción con el Santo Crisma (en las
Iglesias Orientales, unción con el Santo Myron).
Resumen
(C.I.C 1316) La
Confirmación perfecciona la gracia bautismal; es el sacramento que da el
Espíritu Santo para enraizarnos más profundamente en la filiación divina,
incorporarnos más firmemente a Cristo, hacer más sólido nuestro vínculo con la
Iglesia, asociarnos todavía más a su misión y ayudarnos a dar testimonio de la
fe cristiana por la palabra acompañada de las obras.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 1289) Muy
pronto, para mejor significar el don del Espíritu Santo, se añadió a la
imposición de las manos una unción con óleo perfumado (crisma). Esta unción
ilustra el nombre de "cristiano" que significa "ungido" y
que tiene su origen en el nombre de Cristo, al que "Dios ungió con el Espíritu
Santo" (Hch 10,38). Y este rito de la unción existe hasta nuestros días
tanto en Oriente como en Occidente. Por eso en Oriente, se llama a este
sacramento crismación, unción con el crisma, o myron, que significa "crisma". En Occidente el nombre de Confirmación sugiere que este sacramento
al mismo tiempo confirma el Bautismo y robustece la gracia bautismal.
Para la reflexión
(C.I.C 695) La unción. El simbolismo de la unción con el óleo es también
significativo del Espíritu Santo, hasta el punto de que se ha convertido en
sinónimo suyo (cf. 1Jn 2, 20. 27; 2Co 1, 21). En la iniciación cristiana es el
signo sacramental de la Confirmación, llamada justamente en las Iglesias de
Oriente "Crismación". Pero para captar toda la fuerza que tiene, es
necesario volver a la Unción primera realizada por el Espíritu Santo: la de
Jesús. Cristo ["Mesías" en hebreo] significa "Ungido" del
Espíritu de Dios. En la Antigua Alianza hubo "ungidos" del Señor (cf.
Ex 30, 22-32), de forma eminente el rey David (cf. 1S 16, 13). Pero Jesús es el
Ungido de Dios de una manera única: La humanidad que el Hijo asume está
totalmente "ungida por el Espíritu Santo". Jesús es constituido
"Cristo" por el Espíritu Santo (cf. Lc 4, 18-19; Is 61, 1). La Virgen
María concibe a Cristo del Espíritu Santo quien por medio del ángel lo anuncia
como Cristo en su nacimiento (cf. Lc 2,11) e impulsa a Simeón a ir al Templo a
ver al Cristo del Señor (cf. Lc 2, 26-27); es de quien Cristo está lleno (cf.
Lc 4, 1) y cuyo poder emana de Cristo en sus curaciones y en sus acciones
salvíficas (cf. Lc 6, 19; 8, 46). Es él en fin quien resucita a Jesús de entre
los muertos (cf. Rm 1, 4; 8, 11). Por tanto, constituido plenamente
"Cristo" en su Humanidad victoriosa de la muerte (cf. Hch 2, 36),
Jesús distribuye profusamente el Espíritu Santo hasta que "los
santos" constituyan, en su unión con la Humanidad del Hijo de Dios,
"ese Hombre perfecto [...] que realiza la plenitud de Cristo" (Ef 4,
13): "el Cristo total" según la expresión de San Agustín (San Agustín,
Sermo 341, 1, 1: PL 39, 1493; Ibid. 9, 11: PL 39, 1499).
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