jueves, 18 de septiembre de 2014
265. ¿Qué lugar ocupa la Confirmación en el designio divino de salvación?
(Compendio 265) En la Antigua Alianza, los
profetas anunciaron que el Espíritu del Señor reposaría sobre el Mesías
esperado y sobre todo el pueblo mesiánico. Toda la vida y la misión de Jesús se
desarrollan en una total comunión con el Espíritu Santo. Los Apóstoles reciben
el Espíritu Santo en Pentecostés y anuncian «las maravillas de Dios» (Hch
2,11). Comunican a los nuevos bautizados, mediante la imposición de las manos,
el don del mismo Espíritu. A lo largo de los siglos, la Iglesia ha seguido
viviendo del Espíritu y comunicándolo a sus hijos.
Resumen
(C.I.C 1315)
"Al enterarse los apóstoles que estaban en Jerusalén de que Samaría había
aceptado la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan. Estos bajaron y
oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo; pues todavía no había
descendido sobre ninguno de ellos; únicamente habían sido bautizados en el
nombre del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu
Santo" (Hch 8,14-17).
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 1285) Con el
Bautismo y la Eucaristía, el sacramento de la Confirmación constituye el
conjunto de los "sacramentos de la iniciación cristiana", cuya unidad
debe ser salvaguardada. Es preciso, pues, explicar a los fieles que la
recepción de este sacramento es necesaria para la plenitud de la gracia bautismal
(cf. Ritual de la Confirmación, Praenotandos
1). En efecto, a los bautizados "el sacramento de la Confirmación los une
más íntimamente a la Iglesia y los los enriquece con una fortaleza especial del
Espíritu Santo. De esta forma se comprometen mucho más, como auténticos
testigos de Cristo, a extender y defender la fe con sus palabras y sus
obras" (Lumen gentium, 11; cf. Ritual de la Confirmación, Praenotandos 2).
(C.I.C 1286) En el Antiguo Testamento, los
profetas anunciaron que el Espíritu del Señor reposaría sobre el Mesías
esperado (cf. Is 11,2) para realizar su misión salvífica (cf. Lc 4,16-22; Is
61,1). El descenso del Espíritu Santo sobre Jesús en su Bautismo por Juan fue
el signo de que él era el que debía venir, el Mesías, el Hijo de Dios (Mt
3,13-17; Jn 1,33-34). Habiendo sido concedido por obra del Espíritu Santo, toda
su vida y toda su misión se realizan en una comunión total con el Espíritu
Santo que el Padre le da "sin medida" (Jn 3,34).
Para la reflexión
(C.I.C 1287) Ahora
bien, esta plenitud del Espíritu no debía permanecer únicamente en el Mesías,
sino que debía ser comunicada a todo el
pueblo mesiánico (cf. Ez 36,25-27; Jl 3,1-2). En repetidas ocasiones Cristo
prometió esta efusión del Espíritu (cf. Lc 12,12; Jn 3,5-8; 7,37-39; 16,7-15;
Hch 1,8), promesa que realizó primero el día de Pascua (Jn 20,22) y luego, de
manera más manifiesta el día de Pentecostés (cf. Hch 2,1-4). Llenos del
Espíritu Santo, los Apóstoles comienzan a proclamar "las maravillas de
Dios" (Hch 2,11) y Pedro declara que esta efusión del Espíritu es el signo
de los tiempos mesiánicos (cf. Hch 2, 17-18). Los que creyeron en la
predicación apostólica y se hicieron bautizar, recibieron a su vez el don del
Espíritu Santo (cf. Hch 2,38). (C.I.C 1288)
"Desde […] aquel tiempo, los Apóstoles, en cumplimiento de la voluntad de
Cristo, comunicaban a los neófitos, mediante la imposición de las manos, el don
del Espíritu Santo, destinado a completar la gracia del Bautismo (cf. Hch
8,15-17; 19,5-6). Esto explica por qué en la Carta a los Hebreos se recuerda,
entre los primeros elementos de la formación cristiana, la doctrina del
bautismo y de la la imposición de las manos (cf. Hb 6,2). Es esta imposición de
las manos la que ha sido con toda razón considerada por la tradición católica
como el primitivo origen del sacramento de la Confirmación, el cual perpetúa,
en cierto modo, en la Iglesia, la gracia de Pentecostés" (Pablo VI, const.
apost. Divinae consortium naturae).
(Siguiente pregunta: ¿Por qué se
llama Confirmación o Crismación?)
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