jueves, 11 de septiembre de 2014
260. ¿Quién puede bautizar?
(Compendio 260) Los ministros ordinarios del Bautismo son
el obispo y el presbítero; en la Iglesia latina, también el diácono. En caso de
necesidad, cualquiera puede bautizar, siempre que tenga la intención de hacer
lo que hace la Iglesia. Éste derrama agua sobre la cabeza del candidato y
pronuncia la fórmula trinitaria bautismal: «Yo te bautizo en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».
Resumen
(C.I.C 1284) En caso de necesidad,
toda persona puede bautizar, con tal que tenga la intención de hacer lo que
hace la Iglesia, y que derrame agua sobre la cabeza del candidato diciendo:
"Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo".
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 1256) Son ministros
ordinarios del Bautismo el obispo y el presbítero y, en la Iglesia latina,
también el diácono (cf. CIC, canon 861, 1; CCEO, canon 677, 1). En caso de
necesidad, cualquier persona, incluso no bautizada, puede bautizar si tiene la
intención requerida (Cf CIC canon 861, 2) y utiliza la fórmula bautismal
trinitaria. La intención requerida consiste en querer hacer lo que hace la
Iglesia al bautizar. La Iglesia ve la razón de esta posibilidad en la voluntad
salvífica universal de Dios (cf. 1Tm 2,4) y en la necesidad del Bautismo para
la salvación (cf. Mc 16,16).
Para la reflexión
(C.I.C 1752) Frente al objeto, la intención se sitúa del lado del sujeto
que actúa. La intención, por estar ligada a la fuente voluntaria de la acción y
por determinarla en razón del fin, es un elemento esencial en la calificación
moral de la acción. El fin es el término primero de la intención y designa el
objetivo buscado en la acción. La intención es un movimiento de la voluntad
hacia un fin; mira al término del obrar. Apunta al bien esperado de la acción
emprendida. No se limita a la dirección de cada una de nuestras acciones
tomadas aisladamente, sino que puede también ordenar varias acciones hacia un
mismo objetivo; puede orientar toda la vida hacia el fin último. Por ejemplo,
un servicio que se hace a alguien tiene por fin ayudar al prójimo, pero puede
estar inspirado al mismo tiempo por el amor de Dios como fin último de todas
nuestras acciones. Una misma acción puede, pues, estar inspirada por varias
intenciones como hacer un servicio para obtener un favor o para satisfacer la
vanidad.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario