martes, 9 de septiembre de 2014
258. ¿Por qué la Iglesia bautiza a los niños?
(Compendio 258) La Iglesia bautiza a los niños puesto
que, naciendo con el pecado original, necesitan ser liberados del poder del
maligno y trasladados al reino de la libertad de los hijos de Dios.
Resumen
(C.I.C 1282) Desde los tiempos más
antiguos, el Bautismo es dado a los niños, porque es una gracia y un don de
Dios que no suponen méritos humanos; los niños son bautizados en la fe de la
Iglesia. La entrada en la vida cristiana da acceso a la verdadera libertad.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 1250) Puesto que nacen con
una naturaleza humana caída y manchada por el pecado original, los niños
necesitan también el nuevo nacimiento en el Bautismo (cf. Concilio de Trento: DS
1514) para ser librados del poder de las tinieblas y ser trasladados al dominio
de la libertad de los hijos de Dios (cf. Col 1,12-14), a la que todos los
hombres están llamados. La pura gratuidad de la gracia de la salvación se
manifiesta particularmente en el bautismo de niños. Por tanto, la Iglesia y los
padres privarían al niño de la gracia inestimable de ser hijo de Dios si no le
administraran el Bautismo poco después de su nacimiento (cf. CIC canon 867;
CCEO, canon 686,1).
Para la reflexión
(C.I.C 403) Siguiendo a san Pablo, la Iglesia ha enseñado
siempre que la inmensa miseria que oprime a los hombres y su inclinación al mal
y a la muerte no son comprensibles sin su conexión con el pecado de Adán y con
el hecho de que nos ha transmitido un pecado con que todos nacemos afectados y
que es "muerte del alma" (Concilio de Trento: DS 1512). Por esta
certeza de fe, la Iglesia concede el Bautismo para la remisión de los pecados
incluso a los niños que no han cometido pecado personal (Concilio de Trento: DS
1514). (C.I.C 1251) Los padres cristianos deben
reconocer que esta práctica corresponde también a su misión de alimentar la
vida que Dios les ha confiado (cf. Lumen
gentium, 11; 41; Gaudium et
spes, 48; CIC cánones 774, 2. 1136). (C.I.C
1252) La práctica de bautizar a los niños pequeños es
una tradición inmemorial de la Iglesia. Está atestiguada explícitamente desde
el siglo II. Sin embargo, es muy posible que, desde el comienzo de la
predicación apostólica, cuando "casas" enteras recibieron el Bautismo
(cf. Hch 16,15.33; 18,8; 1Co 1,16), se haya bautizado también a los niños (cf. Pastoralis actio, 4). (C.I.C 1283) En cuanto a los niños muertos sin bautismo, la
liturgia de la Iglesia nos invita a tener confianza en la misericordia divina y
a orar por su salvación.
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