sábado, 19 de julio de 2014
220. ¿En qué consiste la economía sacramental?
(Compendio 220) La economía sacramental consiste en la
comunicación de los frutos de la redención de Cristo, mediante la celebración
de los sacramentos de la Iglesia, de modo eminente la Eucaristía, «hasta que él
vuelva» (1 Co 11, 26)
Resumen
(C.I.C 1110) En la liturgia de la Iglesia, Dios Padre es
bendecido y adorado como la fuente de todas las bendiciones de la Creación y de
la Salvación, con las que nos ha bendecido en su Hijo para darnos el Espíritu
de adopción filial. (C.I.C 1111) La obra de Cristo en la liturgia es
sacramental porque su Misterio de salvación se hace presente en ella por el
poder de su Espíritu Santo; porque su Cuerpo, que es la Iglesia, es como el
sacramento (signo e instrumento) en el cual el Espíritu Santo dispensa el
Misterio de la salvación; porque a través de sus acciones litúrgicas, la
Iglesia peregrina participa ya, como en primicias, en la Liturgia celestial.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 1076) El día de
Pentecostés, por la efusión del Espíritu Santo, la Iglesia se manifiesta al
mundo (cf. Sacrosanctum Concilium, 6; Lumen gentium,
2). El don del Espíritu inaugura un tiempo nuevo en la "dispensación del
Misterio": el tiempo de la Iglesia, durante el cual Cristo manifiesta,
hace presente y comunica su obra de salvación mediante la Liturgia de su
Iglesia, "hasta que él venga" (1Co 11,26). Durante este tiempo de la
Iglesia, Cristo vive y actúa en su Iglesia y con ella ya de una manera nueva,
la propia de este tiempo nuevo. Actúa por los sacramentos; esto es lo que la
Tradición común de Oriente y Occidente llama "la Economía sacramental";
esta consiste en la comunicación (o "dispensación") de los frutos del
Misterio pascual de Cristo en la celebración de la liturgia
"sacramental" de la Iglesia. Por ello es preciso explicar primero
esta "dispensación sacramental" (capítulo
primero). Así aparecerán más claramente la naturaleza y los aspectos
esenciales de la celebración litúrgica (capítulo
segundo).
Para la reflexión
(C.I.C 739) Puesto que el Espíritu Santo es la Unción de
Cristo, es Cristo, Cabeza del Cuerpo, quien lo distribuye entre sus miembros
para alimentarlos, sanarlos, organizarlos en sus funciones mutuas,
vivificarlos, enviarlos a dar testimonio, asociarlos a su ofrenda al Padre y a
su intercesión por el mundo entero. Por medio de los sacramentos de la Iglesia,
Cristo comunica su Espíritu, Santo y Santificador, a los miembros de su Cuerpo
(esto será el objeto de la segunda parte del Catecismo). (C.I.C 740) Estas
"maravillas de Dios", ofrecidas a los creyentes en los Sacramentos de
la Iglesia, producen sus frutos en la vida nueva, en Cristo, según el Espíritu
(esto será el objeto de la tercera parte del Catecismo).
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