miércoles, 9 de julio de 2014
211. ¿Cómo podemos ayudar en la purificación de las almas del purgatorio?
(Compendio 211) En virtud de la comunión
de los santos, los fieles que peregrinan aún en la tierra pueden ayudar a las
almas del purgatorio ofreciendo por ellas oraciones de sufragio, en particular
el sacrificio de la Eucaristía, pero también limosnas, indulgencias y obras de
penitencia.
Resumen
(C.I.C 1055) En virtud de la
"comunión de los santos", la Iglesia encomienda los difuntos a la
misericordia de Dios y ofrece sufragios en su favor, en particular el santo
sacrificio eucarístico. come
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 958) La
comunión con los difuntos. "La Iglesia peregrina, perfectamente
consciente de esta comunión de todo el Cuerpo místico de Jesucristo, desde los
primeros tiempos del cristianismo honró con gran piedad el recuerdo de los
difuntos y también ofreció por ellos oraciones ‘pues es una idea santa y
provechosa orar por los difuntos para que se vean libres de sus pecados' (2M
12, 45)" (Lumen gentium, 50).
Nuestra oración por ellos puede no solamente ayudarles sino también hacer
eficaz su intercesión en nuestro favor. (C.I.C 1032)
Esta enseñanza se apoya también en la práctica de la oración por los difuntos,
de la que ya habla la Escritura: "Por eso mandó [Judas Macabeo] hacer este
sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del
pecado" (2M 12, 46). Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la
memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el
sacrificio eucarístico (cf. II Concilio de Lyon: DS 856), para que, una vez
purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también
recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de
los difuntos: “Llevémosles socorros y hagamos su conmemoración. Si los hijos de
Job fueron purificados por el sacrificio de su Padre (cf. Jb 1, 5), ¿por qué
habríamos de dudar de que nuestras ofrendas por los muertos les lleven un
cierto consuelo? […] No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en
ofrecer nuestras plegarias por ellos” (San Juan Crisóstomo, In epistulam I ad Corinthios homilia 41,
5: PG 61, 361).
Para la reflexión
(C.I.C 1371) El sacrificio eucarístico es también ofrecido por los fieles difuntos "que han
muerto en Cristo y todavía no están plenamente purificados" (Concilio de
Trento: DS 1743), para que puedan entrar en la luz y la paz de Cristo: “Enterrad
[…] este cuerpo en cualquier parte; no os preocupe más su cuidado; solamente os
ruego que, dondequiera que os hallareis, os acordéis de mi ante el altar del
Señor” (San Agustín, Confessiones, 9,
11, 27: PL 32, 775; palabras de santa Mónica, antes de su muerte, dirigidas a San
Agustín y su hermano). “A continuación oramos (en la anáfora) por los santos
padres y obispos difuntos, y en general por todos los que han muerto antes que
nosotros, creyendo que será de gran provecho para las almas, en favor de las
cuales es ofrecida la súplica, mientras se halla presente la santa y adorable
víctima [...] Presentando a Dios nuestras súplicas por los que han muerto,
aunque fuesen pecadores [...], presentamos a Cristo inmolado por nuestros
pecados, haciendo propicio para ellos y para nosotros al Dios amigo de los
hombres” (San Cirilo de Jerusalén, Catecheses
mistagogicae 5, 9.10: PG 30, 1116-1117). (C.I.C 1479)
Puesto que los fieles difuntos en vía de purificación son también miembros de
la misma comunión de los santos, podemos ayudarles, entre otras formas,
obteniendo para ellos indulgencias, de manera que se vean libres de las penas
temporales debidas por sus pecados.
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