martes, 15 de julio de 2014
216. ¿Qué es la esperanza de los cielos nuevos y de la tierra nueva? (Segunda parte - continuación)
(Compendio 216 - repetición) Después
del juicio final, el universo entero, liberado de la esclavitud de la
corrupción, participará de la gloria de Cristo, inaugurando «los nuevos cielos
y la tierra nueva» (2 P 3, 13). Así se alcanzará la plenitud del Reino de Dios,
es decir, la realización definitiva del designio salvífico de Dios de «hacer
que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en
la tierra» (Ef 1, 10). Dios será entonces «todo en todos» (1 Co 15, 28), en la
vida eterna.
Resumen
(C.I.C 1047) Así pues, el universo
visible también está destinado a ser transformado, "a fin de que el mundo
mismo restaurado a su primitivo estado, ya sin ningún obstáculo esté al
servicio de los justos", participando en su glorificación en Jesucristo
resucitado (San Ireneo de Lyon, Adversus
haereses 5, 32, 1: PG 7, 1210).
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 1048) "Ignoramos el momento de la consumación
de la tierra y de la humanidad, y no sabemos cómo se transformará el universo.
Ciertamente, la figura de este mundo, deformada por el pecado, pasa, pero se
nos enseña que Dios ha preparado una nueva morada y una nueva tierra en la que
habita la justicia y cuya bienaventuranza llenará y superará todos los deseos
de paz que se levantan en los corazones de los hombres"(Gaudium et spes, 39). (C.I.C 1049) "No obstante, la
espera de una tierra nueva no debe debilitar, sino más bien avivar la
preocupación de cultivar esta tierra, donde crece aquel cuerpo de la nueva
familia humana, que puede ofrecer ya un cierto esbozo del siglo nuevo. Por
ello, aunque hay que distinguir cuidadosamente el progreso terreno del
crecimiento del Reino de Cristo, sin embargo, el primero, en la medida en que
puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana, interesa mucho al Reino de
Dios" (Gaudium et spes, 39).
Para la reflexión
(C.I.C 1050) "Todos estos
frutos buenos de nuestra naturaleza y de nuestra diligencia, tras haberlos
propagado por la tierra en el Espíritu del Señor y según su mandato, los
encontraremos después de nuevo, limpios de toda mancha, iluminados y
transfigurados cuando Cristo entregue al Padre el reino eterno y
universal" (Gaudium et spes,
39; cf. Lumen
gentium, 2). Dios será entonces "todo en todos" (1Co 15, 22), en
la vida eterna: “La vida subsistente
y verdadera es el Padre que, por el Hijo y en el Espíritu Santo, derrama sobre
todos sin excepción los dones celestiales. Gracias a su misericordia, nosotros
también, hombres, hemos recibido la promesa indefectible de la vida eterna”
(San Cirilo de Jerusalén, Catecheses
illuminandorum 18, 29: PG 33, 1049). [Fin]
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