lunes, 14 de julio de 2014
216. ¿Qué es la esperanza de los cielos nuevos y de la tierra nueva? (Primera parte)
(Compendio 216) Después del juicio final, el universo
entero, liberado de la esclavitud de la corrupción, participará de la gloria de
Cristo, inaugurando «los nuevos cielos y la tierra nueva» (2 P 3, 13). Así se
alcanzará la plenitud del Reino de Dios, es decir, la realización definitiva
del designio salvífico de Dios de «hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo
que está en los cielos y lo que está en la tierra» (Ef 1, 10). Dios será
entonces «todo en todos» (1 Co 15, 28), en la vida eterna.
Resumen
(C.I.C 1042) Al fin de los tiempos
el Reino de Dios llegará a su plenitud. Después del juicio final, los justos
reinarán para siempre con Cristo, glorificados en cuerpo y alma, y el mismo
universo será renovado: La Iglesia [...] “sólo llegará a su perfección en la
gloria del cielo [...] cuando llegue el tiempo de la restauración universal y
cuando, con la humanidad, también el universo entero, que está íntimamente
unido al hombre y que alcanza su meta a través del hombre, quede perfectamente
renovado en Cristo (Lumen gentium,
48).
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 1043) La Sagrada Escritura
llama "cielos nuevos y tierra nueva" a esta renovación misteriosa que
trasformará la humanidad y el mundo (2P 3, 13; cf. Ap 21, 1). Esta será la
realización definitiva del designio de Dios de "hacer que todo tenga a
Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra"
(Ef 1, 10). (C.I.C 1044) En este
"universo nuevo" (Ap 21, 5), la Jerusalén celestial, Dios tendrá su
morada entre los hombres. "Y enjugará toda lágrima de su ojos, y no habrá
ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha
pasado" (Ap 21, 4; 21, 27).
Para la reflexión
(C.I.C 1045) Para el hombre esta consumación será la realización final de la
unidad del género humano, querida por Dios desde la creación y de la que la
Iglesia peregrina era "como el sacramento" (Lumen gentium, 1). Los que estén unidos a Cristo formarán la
comunidad de los rescatados, la Ciudad Santa de Dios (Ap 21, 2), "la
Esposa del Cordero" (Ap 21, 9). Ya no será herida por el pecado, por las
manchas (cf. Ap 21, 27), el amor propio, que destruyen o hieren la comunidad
terrena de los hombres. La visión beatífica, en la que Dios se manifestará de
modo inagotable a los elegidos, será la fuente inmensa de felicidad, de paz y
de comunión mutua. (C.I.C 1046 )En cuanto al cosmos, la Revelación
afirma la profunda comunidad de destino del mundo material y del hombre: “Pues
la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación de los hijos de
Dios [...] en la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la corrupción [...]
Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de
parto. Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del
Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior […] anhelando el rescate
de nuestro cuerpo” (Rm 8, 19-23). (Continua)
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