sábado, 21 de junio de 2014
198. ¿Qué tipo de culto se rinde a la Virgen María?
(Compendio 198) A la Virgen María se le rinde un culto
singular, que se diferencia esencialmente del culto de adoración, que se rinde
sólo a la Santísima Trinidad. Este culto de especial veneración encuentra su
particular expresión en las fiestas litúrgicas dedicadas a la Madre de Dios y
en la oración mariana, como el santo Rosario, compendio de todo el Evangelio.
Resumen
(C.I.C 1172) "En la
celebración de este ciclo anual de los misterios de Cristo, la santa Iglesia
venera con especial amor a la bienaventurada Madre de Dios, la Virgen María,
unida con un vínculo indisoluble a la obra salvadora de su Hijo; en ella mira y
exalta el fruto excelente de la redención y contempla con gozo, como en una
imagen purísima, aquello que ella misma, toda entera, desea y espera ser"
(Sacroscantum Concilium, 103).
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 971) "Todas
las generaciones me llamarán bienaventurada" (Lc 1, 48): "La
piedad de la Iglesia hacia la Santísima Virgen es un elemento intrínseco del
culto cristiano" (Pablo VI, Marialis
cultus, 56). La Santísima Virgen "es honrada con razón por la Iglesia
con un culto especial. Y, en efecto, desde los tiempos más antiguos, se venera
a la Santísima Virgen con el título de ‘Madre de Dios’, bajo cuya protección se
acogen los fieles suplicantes en todos sus peligros y necesidades [...] Este
culto [...] aunque del todo singular, es esencialmente diferente del culto de
adoración que se da al Verbo encarnado, lo mismo que al Padre y al Espíritu
Santo, pero lo favorece muy poderosamente" (Lumen gentium, 66); encuentra su expresión en las fiestas
litúrgicas dedicadas a la Madre de Dios (cf. Sacrosanctum Concilium, 103) y en la oración mariana, como el Santo
Rosario, "síntesis de todo el Evangelio" (Marialis cultus, 42).
Para la reflexión
(C.I.C 2675) A partir de esta cooperación singular de María
a la acción del Espíritu Santo, las Iglesias han desarrollado la oración a la
santa Madre de Dios, centrándola sobre la persona de Cristo manifestada en sus
misterios. En los innumerables himnos y antífonas que expresan esta oración, se
alternan habitualmente dos movimientos: uno "engrandece" al Señor por
las "maravillas" que ha hecho en su humilde esclava, y por medio de
ella, en todos los seres humanos (cf. Lc 1, 46-55); el segundo confía a la
Madre de Jesús las súplicas y alabanzas de los hijos de Dios ya que ella conoce
ahora la humanidad que en ella ha sido desposada por el Hijo de Dios.
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