jueves, 15 de mayo de 2014
165. ¿En qué sentido la Iglesia es santa? (Segunda parte - continuación)
(Compendio 165 - repetición) La
Iglesia es santa porque Dios santísimo es su autor; Cristo se ha entregado a sí
mismo por ella, para santificarla y hacerla santificante; el Espíritu Santo la
vivifica con la caridad. En la Iglesia se encuentra la plenitud de los medios
de salvación. La santidad es la vocación de cada uno de sus miembros y el fin
de toda su actividad. Cuenta en su seno con la Virgen María e innumerables
santos, como modelos e intercesores. La santidad de la Iglesia es la fuente de
la santificación de sus hijos, los cuales, aquí en la tierra, se reconocen
todos pecadores, siempre necesitados de conversión y de purificación.
Resumen
(C.I.C 867) La Iglesia es santa: Dios santísimo es su autor;
Cristo, su Esposo, se entregó por ella para santificarla; el Espíritu de
santidad la vivifica. Aunque comprenda pecadores, ella es "ex maculatis immaculata"
("inmaculada aunque compuesta de pecadores"). En los santos brilla su
santidad; en María es ya la enteramente santa.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 826) La caridad
es el alma de la santidad a la que todos están llamados: "dirige todos los
medios de santificación, los informa y los lleva a su fin" (Lumen gentium, 42): “Comprendí que si la
Iglesia tenía un cuerpo, compuesto por diferentes miembros, el más necesario, el
más noble de todos no le faltaba, comprendí que la Iglesia tenía un corazón,
que este corazón estaba ardiendo de amor. Comprendí que el Amor solo hacía
obrar a los miembros de la Iglesia, que si el Amor llegara a apagarse, los
Apóstoles ya no anunciarían el Evangelio, los Mártires rehusarían verter su
sangre... Comprendí que el Amor
encerraba todas las vocaciones. que el Amor era todo, que abarcaba todos los
tiempos y todos los lugares... en una palabra, que es ¡eterno!” (Santa Teresa
del Niño Jesús, Manuscrit B, 3v: Manuscrits autobiographiques. Paris 1992,
p. 299). (C.I.C 827) "Mientras que Cristo, santo, inocente, sin mancha, no
conoció el pecado, sino que vino solamente a expiar los pecados del pueblo, la
Iglesia, abrazando en su seno a los pecadores, es a la vez santa y siempre
necesitada de purificación y busca sin cesar la conversión y la
renovación" (Lumen gentium, 8;
cf. Unitatis redintegratio, 3; 6).
Todos los miembros de la Iglesia, incluso sus ministros, deben reconocerse
pecadores (cf. 1Jn 1, 8-10). En todos, la cizaña del pecado todavía se
encuentra mezclada con la buena semilla del Evangelio hasta el fin de los
tiempos (cf. Mt 13, 24-30). La Iglesia, pues, congrega a pecadores alcanzados
ya por la salvación de Cristo, pero aún en vías de santificación: La Iglesia
“es, pues, santa aunque abarque en su seno pecadores; porque ella no goza de
otra vida que de la vida de la gracia; sus miembros, ciertamente, si se
alimentan de esta vida se santifican; si se apartan de ella, contraen pecados y
manchas del alma, que impiden que la santidad de ella se difunda radiante. Por
lo que se aflige y hace penitencia por aquellos pecados, teniendo poder de
librar de ellos a sus hijos por la sangre de Cristo y el don del Espíritu Santo
(Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios, 19).
Para la reflexión
(C.I.C 828) Al canonizar
a ciertos fieles, es decir, al proclamar solemnemente que esos fieles han
practicado heroicamente las virtudes y han vivido en la fidelidad a la gracia
de Dios, la Iglesia reconoce el poder del Espíritu de santidad, que está en
ella, y sostiene la esperanza de los fieles proponiendo a los santos como
modelos e intercesores (cf. 40; 48-51).
"Los santos y las santas han sido siempre fuente y origen de renovación en
las circunstancias más difíciles de la historia de la Iglesia" (Christifideles laici, 16). En efecto,
"la santidad de la Iglesia es el secreto manantial y la medida infalible
de su laboriosidad apostólica y de su ímpetu misionero" (Christifideles laici, 17). (C.I.C 829)
"La Iglesia en la Santísima Virgen llegó ya a la perfección, sin mancha ni
arruga. En cambio, los creyentes se esfuerzan todavía en vencer el pecado para
crecer en la santidad. Por eso dirigen sus ojos a María" (Lumen gentium, 65): en ella, la Iglesia
es ya enteramente santa. [Fin]
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