sábado, 31 de mayo de 2014
179. ¿Por qué Cristo instituyó la jerarquía eclesiástica?
(Compendio 179) Cristo instituyó la jerarquía
eclesiástica con la misión de apacentar al Pueblo de Dios en su nombre, y para
ello le dio autoridad. La jerarquía está formada por los ministros sagrados:
obispos, presbíteros y diáconos. Gracias al sacramento del Orden, los obispos y
presbíteros actúan, en el ejercicio de su ministerio, en nombre y en la persona
de Cristo cabeza; los diáconos sirven al Pueblo de Dios en la diaconía
(servicio) de la palabra, de la liturgia y de la caridad.
Resumen
(C.I.C 935) Para anunciar su fe y para implantar su Reino,
Cristo envía a sus apóstoles y a sus sucesores. Él
les da parte en su misión. De Él reciben el
poder de obrar en su nombre.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 874) El mismo Cristo es la fuente del ministerio en
la Iglesia. Él lo ha instituido, le ha dado
autoridad y misión, orientación y finalidad: “Cristo el Señor, para dirigir al
Pueblo de Dios y hacerle progresar siempre, instituyó en su Iglesia diversos
ministerios que están ordenados al bien de todo el Cuerpo. En efecto, los
ministros que posean la sagrada potestad están al servicio de sus hermanos para
que todos los que son miembros del Pueblo de Dios [...] lleguen a la salvación”
(Lumen gentium, 18). (C.I.C 876) El carácter de servicio del ministerio
eclesial está intrínsecamente ligado a la naturaleza sacramental. En efecto,
enteramente dependiente de Cristo que da misión y autoridad, los ministros son
verdaderamente "siervos de Cristo" (cf. Rm 1, 1), a imagen de Cristo
que, libremente ha tomado por nosotros "la forma de siervo" (Flp 2,
7). Como la palabra y la gracia de la cual son ministros no son de ellos, sino
de Cristo que se las ha confiado para los otros, ellos se harán libremente
siervos de todos (cf. 1Co 9, 19).
Para la reflexión
(C.I.C 875) "¿Cómo creerán en aquél a quien no han
oído? ¿cómo oirán sin que se les predique? y ¿cómo predicarán si no son
enviados?" (Rm 10, 14-15). Nadie, ningún individuo ni ninguna comunidad,
puede anunciarse a sí mismo el Evangelio. "La fe viene de la predicación"
(Rm 10, 17). Nadie se puede dar a sí mismo el mandato ni la misión de anunciar
el Evangelio. El enviado del Señor habla y
obra no con autoridad propia, sino en virtud de la autoridad de Cristo; no como
miembro de la comunidad, sino hablando a ella en nombre de Cristo. Nadie puede
conferirse a sí mismo la gracia, ella debe ser dada y ofrecida. Eso supone
ministros de la gracia, autorizados y habilitados por parte de Cristo. De Él reciben la misión y la facultad [el "poder
sagrado"] de actuar in persona Christi
Capitis. Este ministerio, en el cual los enviados de Cristo hacen y dan,
por don de Dios, lo que ellos, por sí mismos, no pueden hacer ni dar, la
tradición de la Iglesia lo llama "sacramento". El ministerio de la
Iglesia se confiere por medio de un sacramento específico.
viernes, 30 de mayo de 2014
178. ¿Cómo está formado el Pueblo de Dios?
178. ¿Cómo está formado el Pueblo de Dios?
(Compendio 178) En la Iglesia, por institución divina,
hay ministros sagrados, que han recibido el sacramento del Orden y forman la
jerarquía de la Iglesia. A los demás fieles se les llama laicos. De unos y
otros provienen fieles que se consagran de modo especial a Dios por la
profesión de los consejos evangélicos: castidad en el celibato, pobreza y
obediencia.
Resumen
(C.I.C 814) Desde el principio, esta Iglesia una se
presenta, no obstante, con una gran diversidad
que procede a la vez de la variedad de los dones de Dios y de la multiplicidad
de las personas que los reciben. En la unidad del Pueblo de Dios se reúnen los
diferentes pueblos y culturas. Entre los miembros de la Iglesia existe una
diversidad de dones, cargos, condiciones y modos de vida; "dentro de la
comunión eclesial, existen legítimamente las Iglesias particulares con sus
propias tradiciones" (Lumen gentium,
13). La gran riqueza de esta diversidad no se opone a la unidad de la Iglesia.
No obstante, el pecado y el peso de sus consecuencias amenazan sin cesar el don
de la unidad. También el apóstol debe exhortar a "guardar la unidad del
Espíritu con el vínculo de la paz" (Ef 4, 3).
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 873) Las mismas diferencias que el Señor quiso poner
entre los miembros de su Cuerpo sirven a su unidad y a su misión. Porque
"hay en la Iglesia diversidad de ministerios, pero unidad de misión. A los
Apóstoles y sus sucesores les confirió Cristo la función de enseñar, santificar
y gobernar en su propio nombre y autoridad. Pero también los laicos, partícipes
de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, cumplen en la Iglesia y
en el mundo la parte que les corresponde en la misión de todo el Pueblo de
Dios" (Apostolicam actuositatem,
2). En fin, "en esos dos grupos [jerarquía y laicos] hay fieles que por la
profesión de los consejos evangélicos [...] se consagran a Dios y contribuyen a
la misión salvífica de la Iglesia según la manera peculiar que les es
propia" (CIC canon 207, § 2).
Para la reflexión
(C.I.C 1937) “Estas diferencias
pertenecen al plan de Dios, que quiere que cada uno reciba de otro aquello que
necesita, y que quienes disponen de ‘talentos’ particulares comuniquen sus
beneficios a los que los necesiten. Las diferencias alientan y con frecuencia
obligan a las personas a la magnanimidad, a la benevolencia y a la
comunicación. Incitan a las culturas a enriquecerse unas a otras: “¿Es que
acaso distribuyo yo las diversas [virtudes] dándole a uno toda o dándole a este
una y al otro otra particular? […] A uno la caridad, a otro la justicia, a éste
la humildad, a aquél una fe viva [...] En cuanto a los bienes temporales, las
cosas necesarias para la vida humana las he distribuido con la mayor
desigualdad, y no he querido que cada uno posea todo lo que le era necesario
para que los hombres tengan así ocasión, por necesidad, de practicar la caridad
unos con otros [...] He querido que unos necesitasen de otros y que fuesen mis
servidores para la distribución de las gracias y de las liberalidades que han
recibido de mí. (Santa Catalina de Siena, Il dialogo della Divina provvidenza, 7).
(Siguiente pregunta: ¿Por qué Cristo instituyó la jerarquía eclesiástica?)
jueves, 29 de mayo de 2014
177. ¿Quiénes son los fieles?
177. ¿Quiénes son los fieles?
(Compendio 177) Los fieles son aquellos que, incorporados
a Cristo mediante el Bautismo, han sido constituidos miembros del Pueblo de
Dios; han sido hecho partícipes, cada uno según su propia condición, de la
función sacerdotal, profética y real de Cristo, y son llamados a llevar a cabo
la misión confiada por Dios a la Iglesia. Entre ellos hay una verdadera
igualdad en su dignidad de hijos de Dios.
Resumen
(C.I.C 871) "Son fieles cristianos quienes,
incorporados a Cristo por el bautismo, se integran en el Pueblo de Dios y,
hechos partícipes a su modo por esta razón de la función sacerdotal, profética
y real de Cristo, cada uno según su propia condición, son llamados a desempeñar
la misión que Dios encomendó cumplir a la Iglesia en el mundo" (CIC canon
204, 1; cf. Lumen gentium, 31).
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 934) "Por institución divina, entre los fieles
hay en la Iglesia ministros sagrados, que en el derecho se denominan clérigos;
los demás se llaman laicos". Hay, por otra parte, fieles que perteneciendo
a uno de ambos grupos, por la profesión de los consejos evangélicos, se
consagran a Dios y sirven así a la misión de la Iglesia (CIC, canon 207, § 1,
2).
Para la reflexión
(C.I.C 872) "Por su regeneración en Cristo, se da entre
todos los fieles una verdadera igualdad en cuanto a la dignidad y acción, en
virtud de la cual todos, según su propia condición y oficio, cooperan a la
edificación del Cuerpo de Cristo" (CIC canon 208; cf. Lumen gentium, 32).
(Siguiente pregunta: ¿Cómo está formado el Pueblo de Dios?)
miércoles, 28 de mayo de 2014
176. ¿Qué es la sucesión apostólica?
176. ¿Qué es la sucesión apostólica?
(Compendio 176) La sucesión apostólica es la transmisión,
mediante el sacramento del Orden, de la misión y la potestad de los Apóstoles a
sus sucesores, los obispos. Gracias a esta transmisión, la Iglesia se mantiene
en comunión de fe y de vida con su origen, mientras a lo largo de los siglos
ordena todo su apostolado a la difusión del Reino de Cristo sobre la tierra.
Resumen
(C.I.C 861) "Para que continuase después de su muerte
la misión a ellos confiada, [los Apostoles] encargaron mediante una especie de
testamento a sus colaboradores más inmediatos que terminaran y consolidaran la
obra que ellos empezaron. Les encomendaron que cuidaran de todo el rebaño en el
que el Espíritu Santo les había puesto para ser los pastores de la Iglesia de
Dios. Nombraron, por tanto, de esta manera a algunos varones y luego
dispusieron que, después de su muerte, otros hombres probados les sucedieran en
el ministerio" (Lumen gentium, 20;
cf. San Clemente Romano, Epistula ad
Corinthios, 42, 4; 44, 2).
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 862) "Así como permanece el ministerio confiado
personalmente por el Señor a Pedro, ministerio que debía ser transmitido a sus
sucesores, de la misma manera permanece el ministerio de los Apóstoles de
apacentar la Iglesia, que debe ser ejercido perennemente por el orden sagrado
de los obispos". Por eso, la Iglesia enseña que "por institución
divina los obispos han sucedido a los apóstoles como pastores de la Iglesia. El
que los escucha, escucha a Cristo; el que, en cambio, los desprecia, desprecia
a Cristo y al que lo envió" (Lumen
gentium, 20). (C.I.C 863) Toda la Iglesia es apostólica mientras
permanezca, a través de los sucesores de San Pedro y de los apóstoles, en
comunión de fe y de vida con su origen. Toda la Iglesia es apostólica en cuanto
que ella es "enviada" al mundo entero; todos los miembros de la
Iglesia, aunque de diferentes maneras, tienen parte en este envío. "La
vocación cristiana, por su misma naturaleza, es también vocación al
apostolado". Se llama "apostolado" a "toda la actividad del
Cuerpo Místico" que tiende a "propagar el Reino de Cristo por toda la
tierra" (Apostolicam actuositatem,
2).
Para la reflexión
(C.I.C 864) "Siendo Cristo, enviado por el Padre,
fuente y origen del apostolado de la Iglesia", es evidente que la
fecundidad del apostolado, tanto el de los ministros ordenados como el de los
laicos, depende de su unión vital con Cristo (cf. Jn 15, 5; Apostolicam actuositatem, 4). Según sean las vocaciones, las
interpretaciones de los tiempos, los dones variados del Espíritu Santo, el
apostolado toma las formas más diversas. Pero la caridad, conseguida sobre todo
en la Eucaristía, "siempre es como el alma de todo apostolado" (Apostolicam actuositatem, 3). (C.I.C 865)
La Iglesia es una, santa, católica y
apostólica en su identidad profunda y última, porque en ella existe ya y
será consumado al fin de los tiempos "el Reino de los cielos",
"el Reino de Dios" (cf. Ap 19, 6), que ha venido en la persona de
Cristo y que crece misteriosamente en el corazón de los que le son incorporados
hasta su plena manifestación escatológica. Entonces todos los hombres rescatados por él, hechos en él "santos e
inmaculados en presencia de Dios en el Amor" (Ef 1, 4), serán reunidos
como el único Pueblo de Dios,
"la Esposa del Cordero" (Ap 21, 9), "la Ciudad Santa que baja
del Cielo de junto a Dios y tiene la gloria de Dios" (Ap 21, 10-11); y
"la muralla de la ciudad se asienta sobre doce piedras, que llevan los
nombres de los doce Apóstoles del
Cordero" (Ap 21, 14).
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lunes, 26 de mayo de 2014
175. ¿En qué consiste la misión de los Apóstoles?
175. ¿En qué consiste la misión de los Apóstoles?
(Compendio 175) La palabra Apóstol significa enviado.
Jesús, el Enviado del Padre, llamó consigo a doce de entre sus discípulos, y
los constituyó como Apóstoles suyos, convirtiéndolos en testigos escogidos de
su Resurrección y en fundamentos de su Iglesia. Jesús les dio el mandato de
continuar su misión, al decirles: «Como el Padre me ha enviado, así también os
envío yo» (Jn 20, 21) y al prometerles que estaría con ellos hasta el fin del
mundo.
Resumen
(C.I.C 869) La Iglesia es apostólica: Está edificada sobre
sólidos cimientos: "los doce apóstoles del Cordero" (Ap 21, 14); es
indestructible (cf. Mt 16, 18); se mantiene infaliblemente en la verdad: Cristo
la gobierna por medio de Pedro y los demás apóstoles, presentes en sus
sucesores, el Papa y el colegio de los obispos.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 858) Jesús es el enviado del Padre. Desde el comienzo
de su ministerio, "llamó a los que él quiso […] y vinieron donde él.
Instituyó Doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar" (Mc
3, 13-14). Desde entonces, serán sus "enviados" (es lo que significa
la palabra griega "apóstoloi"). En ellos continúa su
propia misión: "Como el Padre me envió, también yo os envío" (Jn 20,
21; cf. 13, 20; 17, 18). Por tanto su ministerio es la continuación de la
misión de Cristo: "Quien a vosotros recibe, a mí me recibe", dice a los
Doce (Mt 10, 40; cf. Lc 10, 16). (C.I.C 859) Jesús los asocia a su misión
recibida del Padre: como "el Hijo no puede hacer nada por su cuenta"
(Jn 5, 19.30), sino que todo lo recibe del Padre que le ha enviado, así,
aquellos a quienes Jesús envía no pueden hacer nada sin Él (cf. Jn 15, 5) de
quien reciben el encargo de la misión y el poder para cumplirla. Los apóstoles
de Cristo saben por tanto que están calificados por Dios como "ministros
de una nueva alianza" (2Co 3, 6), "ministros de Dios" (2Co 6,
4), "embajadores de Cristo" (2Co 5, 20), "servidores de Cristo y
administradores de los misterios de Dios" (1Co 4, 1).
Para la reflexión
(C.I.C 860) En el encargo dado a los Apóstoles hay un
aspecto intransmisible: ser los testigos elegidos de la Resurrección del Señor
y los fundamentos de la Iglesia. Pero hay también un aspecto permanente de su
misión. Cristo les ha prometido permanecer con ellos hasta el fin de los
tiempos (cf. Mt 28, 20). "Esta misión divina confiada por Cristo a los Apóstoles
tiene que durar hasta el fin del mundo, pues el Evangelio que tienen que
transmitir es siempre el principio de toda la vida de la Iglesia. Por eso los Apóstoles
se preocuparon de instituir [...] sucesores" (Lumen gentium, 20).
(Siguiente pregunta: ¿Qué es la sucesión apostólica?)
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