sábado, 1 de febrero de 2014
83. ¿En qué sentido Jesús es el «Hijo unigénito de Dios»?
(Compendio 83) Jesús es el Hijo unigénito
de Dios en un sentido único y perfecto. En el momento del Bautismo y de la
Transfiguración, la voz del Padre señala a Jesús como su «Hijo predilecto». Al
presentarse a sí mismo como el Hijo, que «conoce al Padre» (Mt 11, 27), Jesús
afirma su relación única y eterna con Dios su Padre. Él es «el Hijo unigénito
de Dios» (1 Jn 4, 9), la segunda Persona de la Trinidad. Es el centro de la
predicación apostólica: los Apóstoles han visto su gloria, «que recibe del
Padre como Hijo único» (Jn 1, 14).
Resumen
(C.I.C 454) El nombre de Hijo de Dios significa la relación
única y eterna de Jesucristo con Dios su Padre: Él es
el Hijo único del Padre (cf. Jn 1, 14. 18; 3, 16. 18) y Él mismo es Dios (cf. Jn 1, 1). Para ser cristiano es necesario
creer que Jesucristo es el Hijo de Dios (cf. Hch 8, 37; 1Jn 2, 23).
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 441) Hijo de
Dios, en el Antiguo Testamento, es un título dado a los ángeles (cf. Dt 32,
8; Jb 1, 6), al pueblo elegido (cf. Ex 4, 22;Os 11, 1; Jr 3, 19; Si 36, 11; Sb
18, 13), a los hijos de Israel (cf. Dt 14, 1; Os 2, 1) y a sus reyes (cf. 2S 7,
14; Sal 82, 6). Significa entonces una filiación adoptiva que establece entre
Dios y su criatura unas relaciones de una intimidad particular. Cuando el
Rey-Mesías prometido es llamado "hijo de Dios" (cf. 1Cro 17, 13; Sal
2, 7), no implica necesariamente, según el sentido literal de esos textos, que
sea más que humano. Los que designaron así a Jesús en cuanto Mesías de Israel
(cf. Mt 27, 54), quizá no quisieron decir nada más (cf. Lc 23, 47). (C.I.C 442)
No ocurre así con Pedro cuando confiesa a Jesús como "el Cristo, el Hijo
de Dios vivo" (Mt 16, 16) porque este le responde con solemnidad "no te ha revelado esto ni la carne ni la
sangre, sino mi Padre que está en los
cielos" (Mt 16, 17). Paralelamente Pablo dirá a propósito de su conversión
en el camino de Damasco: "Cuando Aquél que me separó desde el seno de mi
madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar en mí a su Hijo para que le
anunciase entre los gentiles..." (Ga 1,15-16). "Y en seguida se puso
a predicar a Jesús en las sinagogas: que él era el Hijo de Dios" (Hch 9,
20). Este será, desde el principio (cf. 1Ts 1, 10), el centro de la fe
apostólica (cf. Jn 20, 31) profesada en primer lugar por Pedro como cimiento de
la Iglesia (cf. Mt 16, 18). (C.I.C 443) Si Pedro pudo reconocer el carácter
transcendente de la filiación divina de Jesús Mesías es porque éste lo dejó
entender claramente. Ante el Sanedrín, a la pregunta de sus acusadores:
"Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?", Jesús ha respondido:
"Vosotros lo decís: yo soy" (Lc 22, 70; cf. Mt 26, 64; Mc 14, 61). Ya
mucho antes, El se designó como el "Hijo" que conoce al Padre (cf. Mt
11, 27; 21, 37-38), que es distinto de los "siervos" que Dios envió
antes a su pueblo (cf. Mt 21, 34-36), superior a los propios ángeles (cf. Mt
24, 36). Distinguió su filiación de la de sus discípulos, no diciendo jamás
"nuestro Padre" (cf. Mt 5, 48; 6, 8; 7, 21; Lc 11, 13) salvo para
ordenarles "vosotros, pues, orad
así: Padre Nuestro" (Mt 6, 9); y subrayó esta distinción: "Mi Padre y
vuestro Padre" (Jn 20, 17).
Para la reflexión
(C.I.C 444) Los Evangelios narran en dos momentos solemnes,
el Bautismo y la Transfiguración de Cristo, que la voz del Padre lo designa
como su "Hijo amado" (Mt 3, 17; 17, 5). Jesús se designa a sí mismo
como "el Hijo Unico de Dios" (Jn 3, 16) y afirma mediante este título
su preexistencia eterna (cf. Jn 10, 36). Pide la fe en "el Nombre del Hijo
Unico de Dios" (Jn 3, 18). Esta confesión cristiana aparece ya en la
exclamación del centurión delante de Jesús en la cruz: "Verdaderamente
este hombre era Hijo de Dios" (Mc 15, 39), porque es solamente en el
misterio pascual donde el creyente puede alcanzar el sentido pleno del título
"Hijo de Dios". (C.I.C 445) Después de su Resurrección, su filiación
divina aparece en el poder de su humanidad glorificada: "Constituido Hijo
de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su Resurrección de entre
los muertos" (Rm 1, 4; cf. Hch 13, 33). Los apóstoles podrán confesar
"Hemos visto su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno
de gracia y de verdad "(Jn 1, 14).
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