sábado, 15 de febrero de 2014
97. ¿Cómo colabora María al plan divino de la salvación?
(Compendio 97) Por la gracia de Dios,
María permaneció inmune de todo pecado personal durante toda su existencia.
Ella es la «llena de gracia» (Lc 1, 28), la «toda Santa». Y cuando el ángel le
anuncia que va a dar a luz «al Hijo del Altísimo» (Lc 1, 32), ella da
libremente su consentimiento «por obediencia de la fe» (Rm 1, 5). María se
ofrece totalmente a la Persona y a la obra de Jesús, su Hijo, abrazando con
toda su alma la voluntad divina de salvación.
Resumen
(C.I.C 509) María es verdaderamente "Madre de
Dios" porque es la madre del Hijo eterno de Dios hecho hombre, que es Dios
mismo.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 494) Al anuncio de que ella dará a luz al "Hijo
del Altísimo" sin conocer varón, por la virtud del Espíritu Santo (cf. Lc
1, 28-37), María respondió por "la obediencia de la fe" (Rm 1, 5),
segura de que "nada hay imposible para Dios": "He aquí la
esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 37-38). Así dando
su consentimiento a la palabra de Dios, María llegó a ser Madre de Jesús y,
aceptando de todo corazón la voluntad divina de salvación, sin que ningún
pecado se lo impidiera, se entregó a sí misma por entero a la persona y a la
obra de su Hijo, para servir, en su dependencia y con él, por la gracia de
Dios, al Misterio de la Redención (cf. Rm 1, 5): “Ella, en efecto, como dice san
Ireneo, "por su obediencia fue causa de la salvación propia y de la de
todo el género humano" (Lumen
gentium, 56). Por eso, no pocos
Padres antiguos, en su predicación, coincidieron con él en afirmar "el
nudo de la desobediencia de Eva lo desató la obediencia de María. Lo que ató la
virgen Eva por su falta de fe lo desató la Virgen María por su fe" (San
Irineo de Lyon, Adversus haereses, 3,
22, 4: PG 7, 959). Comparándola con Eva, llaman a María ‘Madre de los
vivientes’ y afirman con mayor frecuencia: "la muerte vino por Eva, la
vida por María" (San Irineo de Lyon, Adversus
haereses, 3, 22, 4: PG 7, 959-960).
Para la reflexión
(C.I.C 508) De la descendencia de Eva, Dios eligió a la
Virgen María para ser la Madre de su Hijo. Ella, "llena de gracia",
es "el fruto excelente de la redención" (Sacrosanctum Concilium, 103); desde el primer instante de su
concepción, fue totalmente preservada de la mancha del pecado original y
permaneció pura de todo pecado personal a lo largo de toda su vida. (C.I.C 493)
Los Padres de la tradición oriental llaman a la Madre de Dios "la Toda
Santa" (Panaghia), la celebran “como
inmune de toda mancha de pecado y como plasmada y hecha una nueva criatura por
el Espíritu Santo” (Lumen gentium, 53).
Por la gracia de Dios, María ha permanecido pura de todo pecado personal a lo
largo de toda su vida. (C.I.C 511) La Virgen María "colaboró por su fe y
obediencia libres a la salvación de los hombres" (Lumen gentium, 56). Ella pronunció
su "fiat" loco totius humanae
naturae ("ocupando el lugar de toda la naturaleza humana") (Santo Tomás de Aquino, Summa
theologiae, 3, 30, 1 ): Por su obediencia, Ella se convirtió en la
nueva Eva, madre de los vivientes.
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